El viaje prometía varias enseñanzas y terminaron siendo mucho más de lo imaginado. Eduardo Otiñano, un chef sanjuanino de 44 años que viajó a Perú a iniciar un emprendimiento gastronómico, hoy vive una realidad totalmente diferente a lo planificado, aguardando una oportunidad para volver a San Juan y esperar a que se disipe la pandemia para volver a empezar.

Partió el 5 de marzo, cuando el coronavirus azotaba a Europa y Asia, mientras América miraba con sorpresa. Una colega, respostera, lo invitó a sumarse a un restaurante en “un lugar increíble que se llama Valle Sagrado (cercano al Machu Picchu), apuntando a los turistas”, afirmó Otiñano.

Con cada día que transcurría veía al proyecto derrumbarse como castillo de arena. Pronto se declaró la pandemia, los países cerraron sus fronteras y en un chasquido de dedos, desaparecieron los turistas. Y junto con ellos, todo lo previsto por el chef. “Estaba muy entusiasmado, era un proyecto gastronómico muy interesante y la pandemia nos cortó las piernas a todos”, apeló a la metáfora maradoniana el sanjuanino.

La rica cultura gastronómica peruana mantuvo ‘entrentenido’ a Otiñano, quien sigue investigando continuamente todas sus facetas. El hecho que no se registrara ningún caso positivo de Covid-19 contribuyó para que Otiñano aguardara con tranquilidad a que se flexibilizara el confinamiento y en la primera oportunidad, se mudó a Cuzco, donde reside actualmente.

“Nos conectamos con otros argentinos y se puede decir que estoy bien. Estoy haciendo viandas, tengo un lugar donde dormir y agua caliente para bañarme. Acá en Cuzco hubo un par de casos positivos al principio del aislamiento, pero ya están recuperados”, detalló el sanjuanino, que se tomó con calma la situación que le toca vivir. Igual reconoció sentir asombro como en algunos lugares de la ciudad son muy estrictos con las medidas de higiene y distanciamiento, mientras que sucede todo lo contrario en otros. "Me llama la atención, es un contraste muy marcado", admitió, 

Hay gente muy angustiada. Muchos argentinos que duermen en carpa en la puerta de la embajada, esperando otro vuelo de repatriados. Yo estoy esperando también, pero no me siento tan mal como he visto a otros compatriotas. No soy psicólogo, sólo un chef, pero he tratado de acompañar a gente que se veía muy mal. Y también formé parte de los que pudieron donar alimentos a otros que se quedaron sin nada en lo material”, graficó.

Forma parte de su nueva rutina informarse todos los días para saber si puede entrar en otro vuelo de repatriados. “Por ahora, las expectativas son para septiembre, aunque iría a Ezeiza y no a Mendoza, que fue desde donde vine”, indicó. También, hablar con su familia que está en San Juan, para que sepan que se encuentra bien.

“Además, porque ya se habilitó el transporte terrestre, estoy conociendo lugares increíbles, como el Templo a la Luna o el de los Monos y sigo profundizando sobre la gastronomía peruana, que realmente es increíble”, detalló.

Como ya aceptó que tendrá que ‘barajar y dar de nuevo’ con su vida profesional, Otiñano compartió lo que avizora a futuro. “Acá todo depende del turismo y por lo que veo, recién el año que viene podría empezar a regresar. Surgió otro proyecto en México, pero en este momento tampoco es viable. Lo mejor es volver cuando se pueda a San Juan y analizar ahí donde y como volver a empezar”, concluyó el chef que apostó a un cambio, sin imaginar que sería tan grande.