Juan Martín Del Potro, el tenista de Tandil que el próximo 23 cumplirá los 21 años, torció su gesto ingenuo y su mirada escondida para descubrir el notable batallador que recorre, de punta a punta los 198 centímetros que marcan su cuerpo.

Del Potro encontró en Nueva York en su torneo favorito, el espaldarazo definitivo en una carrera meteórica, cargada de méritos y de panoramas bondadosos, pero vacío hasta ahora de un golpe mayúsculo.

El tandilense le devolvió la sonrisa al tenis argentino, carente de un día bueno desde que Gastón Gaudio conquistó Roland Garros en el 2004, con Franco Davin, el mismo entrenador que ayer guió a la gloria a Del Potro.

Y el chico lo hizo a lo grande. Con ruido. Ante un adversario imposible como Roger Federer. El rey. El jugador de los récords.

Los deseos del argentino se cumplieron. Su ilusión despertó a los 6 años en el Club Independiente de Tandil, el mismo en el que se iniciaron Juan Mónaco y Mariano Zabaleta.

Su entrenador en ese entonces era Marcelo Gómez y lo llevó a jugar, con solo siete años, su primer Nacional en Bragado. Pronto fue catalogado como la gran promesa del tenis argentino. En el 2005 fue el jugador más joven en terminar entre los 200 mejores del circuito. Un año después, en el más joven de los cien primeros. Así entre los cincuenta en el 2007 y entre el top ten, en el 2008.

Argentina recurrió a su proyección para fortalecer el equipo de Copa Davis. Tuvo cerca el éxito en Mar del Plata, en la final con España, pero no se le dio. Aquél fin de semana fue uno de los más frustrantes de su vida. Meses después, la vida de Juan Martín del Potro dio un giro absoluto.