Lejos de considerarse como una familia unida, el clan Jackson se recorta como una hoguera de intereses y maltrato cuyo fuego se avivó con la muerte de Michael. Con un padre violento (incluso sospechado de abuso de otro de sus hijos, Rebbie) y hermanos despreocupados -salvo Latoya y Janet-, es Katherine (80), la madre, la columna vertebral. A ella fue a quien la Corte otorgó la custodia de los tres hijos de Jackson, con los que vive en California. Es ella quien estará al frente del homenaje central que tendrá lugar hoy en Gary, Indiana (donde nació su hijo). Y ella editará “Never can say goodbye: The Katherine Jackson Archives”, un libro con colección de fotografías “para que conozcan al verdadero Michael. Claro que el resto del clan no dudó en mostrarse -y hasta compacto- en los numerosos actos post mortem”. ¿Pero cuál es el motivo principal de la discordia? El dinero, claro. Se habla de unos 300 millones de dólares sólo de herencia. El testamento divide 40% para los tres hijos del cantante (que, antes con tutores, en septiembre comenzarán a ir a la escuela por primera vez); otro 40% para Katherine y un 20% para obras de caridad. No menciona a sus dos ex mujeres ni a sus ocho hermanos vivos (cinco varones y tres mujeres). Mucho menos a su padre, que primero reclamó una pensión y luego una indemnización por presunta negligencia médica, ambos denegados. Todos quieren algo. Incluso un par de paracaidistas que ahora aseguran ser sus hijos. “No se trata de dinero. Ni de propiedades. Somos una familia. No dejamos que nada de eso se entrometa. No es importante para nosotros” dijo alguna vez Jermaine Jackson. Pocos le creen.
