El Colegio Nuestra Señora del Luján está de fiesta. El próximo sábado cumplirá 50 años y los festejos tendrán como eje la historia de su origen. Nació como guardería para cuidar a los hijos de los vecinos de la Villa del Carril que en su mayoría, tanto hombres y mujeres, trabajaban en el ferrocarril. Gente de condición tan humilde que no podía pagar una niñera. Al año siguiente le anexaron el jardín de infantes para que los chicos comenzaran con la escolaridad, y desde entonces no paró de crecer, gracias a la abnegación de su fundador, el padre Báez Laspiur, y de la colaboración indiscutida de los padres y maestros que durante los primeros cinco años trabajaron ad honorem.
Hoy la institución cuenta con Nivel Inicial, Primaria y Secundaria, y aulas destinadas a la educación de chicos con capacidades especiales. Entre las actividades organizadas para celebrar su aniversario número 50, el colegio proyectará un documental para que los actuales alumnos conozcan su historia, y lanzará su sitio web a través del cual también se podrá conocer cómo surgió y evolucionó.
"Los primeros alumnos del colegio usaban pañales y cursaban el jardín en aulas de madera o de adobe y chapa, y en algunos espacios de la casa parroquial que el padre Laspiur había acondicionado para ese fin -contó el padre Ricardo Doña, actual director del Colegio Nuestra Señora del Luján-. Aquí comían y dormían hasta que sus padres regresaban del trabajo. Y la acción de los padres fue decisiva para que el colegio creciera y llegara a ser la institución que es actualmente".
Según el padre Doña, el año 1965 fue decisivo para la historia del colegio, ya que a través de la promulgación de la ley 3335 (creación de la enseñanza privada) los docentes de Nivel Inicial y Primaria, que hasta entonces trabajaban ad honoren, lograron la titularidad y el pago de su trabajo, y la parroquia se transformó en propietaria del colegio. El sacerdote también contó que por esos años el colegio era humilde, con muy pocos recursos, y que los adelantes y ampliaciones que se sucedieron fueron gracias a la colaboración de los docentes y las familias de los alumnos. Dijo que los padres de los chicos, aprovechando cada momento libre que tenían, usaban el horno de barro que había en la parroquia para hacer empanadas, pan, semitas y cualquier otro alimento que pudieran vender para recaudar fondos.
Gracias al esfuerzo de toda la comunidad educativa, el colegio logró construir un patio de juegos para los jardines y nuevas aulas. A partir de 1983 comenzó a funcionar en turno mañana y tarde, y tres años más tarde inauguró el nivel secundario, manteniendo la política original: hacer que los chicos piensen y hagan las cosas con valores cristianos.

