La mujer se sentó y dejó sobre la mesa una bolsa plástica prolijamente doblada. Había estado nerviosa y mató la espera plegando la bolsita hasta formar un cuadrado. Ya en el cuarto de color blanco y un gran vidrio espejado en el fondo, la mujer de 36 años y madre de tres chicos entró con rodeos a las consultas de las psicólogas. Que estaba separada, que tenía problemas económicos, que los chicos, que su ex pareja. Pero poco a poco se soltó y como si el miedo se le hubiera escapado por un rincón, de pronto escupió su dolor. ‘El llegó con la excusa de ver a los niños, pero me quería ver a mi. Se enojó, me pegó, me agarró del cuello y me quiso ahorcar en la cocina y delante de los niños’, confesó dentro de la cámara Gesell, sin saber que estaba allí. La sensación detrás del vidrio es como la de un Gran Hermano que observa todo sin ser mirado, como la de un fisgón que cae en la cuenta que quienes están dentro del cuarto no son chicos de cara bonita tratando de conquistar televidentes. Ahí dentro el drama es real y la Gesell se convierte en el confesionario del dolor. ‘Cuando me soltó, agarré a los niños y me encerré en la pieza toda la noche‘, dijo la mujer. La Cámara Gesell es testigo de casos dramáticos en el Centro de Tratamiento Integral de la Violencia Familiar, cuyo uso cada vez es más frecuente, tanto del Centro como del Poder Judicial (ver aparte). En forma exclusiva, DIARIO DE CUYO presenció detrás del vidrio de visión unilateral cómo trabajan los profesionales en la primera Cámara Gesell de San Juan. Detrás del vidrio, la psicóloga y directora del Centro, Vanesa Pringles, escuchaba con unos auriculares. Ante alguna duda, usaba un teléfono interno y se comunicaba con las psicólogas dentro del cuarto blanco. En otras ocasiones, Vanesa está acompañada de abogados, jueces y trabajadores sociales. ‘Es inevitable sentirse conmovida con el dolor ajeno. En la Cámara Gesell, el Centro de Violencia y el Poder Judicial tratamos casos de víctimas de violencia física y sexual, tanto de mujeres como de niños y hombres, pero también lo usamos para terapias familiares o para menores de edad que fueron testigos de algún homicidio’, dijo Pringles. CON LOS NIÑOS El abuso infantil es la causa más frecuente de uso de la Cámara Gesell. Y para facilitar que los niños puedan abrirse al diálogo, hay mesitas pequeñas y varios juguetes que se transforman en la vía para representar sus experiencias. ‘Por ejemplo, tuvimos el caso de un niño abusado por un tío, un hombre que tenía animales en el fondo de su casa. El chico no quería hablar ni jugar. Entonces le ofrecimos unos animalitos de granja y fue tremendo cómo se abrió. Recién ahí contó lo que le pasaba, representando los abusos usando los animales de juguete’, contó Pringles. Pero el caso que más golpeó anímicamente a la psicóloga fue el de una niña que había pasado por varias entrevistas en la Cámara Gesell, sin poder contar lo que había sufrido. ‘Entonces se nos ocurrió darle algunos títeres, para que pudiera jugar como en una obra de teatro. La niña dejó su silla, empezó a caminar y hacía como que cerraba puertas y ventanas. Ahí nos dimos cuenta que iba a contar su secreto malo, porque así la habían amenazado’, señaló la psicóloga. Y agregó: ‘Fue muy impactante cómo por medio de los títeres, ella mostró lo que un hombre la obligaba a hacer. Usaba palabras y hacía movimientos con los títeres que uno no puede imaginar que existan en la mente de un niño. La Cámara Gesell le permitió a esta nena, como a otras víctimas, contar esto y no tener que revivir su sufrimiento una y otra vez’.