El plateado que resalta del auto Mercedes Benz, conocido como la Flecha de Plata, con el que Juan Manuel Fangio logró el segundo título en la Fórmula 1, o el blanco con franjas azules del Williams con el que Carlos Alberto Reuteman luchó hasta el final el título de la máxima categoría en el ’81. Estos vehículos conviven junto a los clásicos del automovilismo argentino, como la Liebre, la Cafetera y los Torinos de las 84 horas de Nurbürbring. Uno al lado del otro, como para que los fierreros de vieja data se emocionen al verlos. Todos estos autos clásicos son los que Francisco Belvideri logró construir a escala diminuta y con plomos de pasta dentífrica y utilizando cables para convertirlos en ruedas.

El artista se declara abiertamente fierrero, pero eso no explica totalmente los cientos de autos que moldeó con sus manos. Es que su tío Guido Guiroldi fue fundamental ya que él fue quien le inculcó a Francisco el gusto por hacer réplicas y le enseñó a modelarlos. ‘Mi tío hacía sus autitos con cobre y creó varias herramientas para agilizar el trabajo. Me encantaba ir a verlo y al poco tiempo empecé a ayudarlo. En ese momento tenía 11 años y nunca más paré de hacer réplicas’, contó el hombre, de 60 años.

Promediando su adolescencia Francisco decidió diferenciarse del resto al fabricar miniautos y así fue que empezó a experimentar con plomitos y pedazos de cables para construir sus réplicas. ‘Me costó mucho hacer el primer autito porque todo mi trabajo es en escalas muy chicas. Lo primero que hice fue comprar una lupa para poder estar en los detalles de las figuras y también hice herramientas chiquitas como llaves fijas y otros elementos que inventé para poder darle la forma. Además, utilizo pinceles chiquitos como los que tienen los esmaltes de uñas para pintar los autos’, dijo el automodelista.

En un primero momento era sólo un hobby, pero una vez que se mudó de la casa de sus padres, Francisco lo comenzó a hacer de un modo más frecuente y rozando lo profesional. Es que la casa en la que nació es el sitio elegido en donde montó su taller y en donde tiene los más de 100 autitos guardados que saca pocas veces para exhibirlos. Una de las veces ocurrió en agosto pasado en donde expuso su obra en el Rectorado en la muestra que organizó la Universidad Nacional de San Juan. ‘Esa muestra es una de las pocas veces que la expuse a la gente. Tenía temor de la devolución de las personas, pero terminé muy contento porque fue uno de los stands más visitados y la gente recordaba los autos que exponía y se les dibujó una sonrisa por los recuerdos que tenían de estas máquinas históricas’, dijo el empleado del área de Sistemas de la UNSJ.