La muerte de Steve Jobs dejó huérfano de padre a la mayor de sus creaciones, Apple, una compañía que moldeó acorde con sus sueños tecnológicos y que ahora se enfrenta al reto de sobrevivir a la ausencia de su visionario líder.

A pesar del golpe de efecto que supone esta pérdida, Apple encara la era postJobs siendo la segunda empresa más valiosa de EEUU, desde la tranquilidad de ver cómo sus beneficios se duplican de año en año y sus productos marcan la pauta a seguir en el sector.

La mano de Jobs se encuentra detrás de los ordenadores Mac, cuyas ventas gozan de buena salud mientras los PC se desinflan, ideó el teléfono inteligente más popular, el iPhone, y emprendió el lucrativo negocio de las tabletas informáticas con el iPad, absoluto rey del floreciente mercado.

Fue Jobs quien pensó en el iPod cuando el mundo había empezado a hacer su transición del ‘walkman‘ y el ‘discman‘ a los reproductores portátiles de música en mp3.

Más allá de los aparatos físicos, clave en esa expansión del universo ‘i‘ fue el soporte de aplicaciones y de servicios creadas al amparo de la tienda audiovisual iTunes. A partir de ahora cualquier cosa que produzca Apple se comparará irremediablemente con los tiempos de Steve Jobs, quien para muchos fue más que un gran ejecutivo, fue un gurú que asoció la imagen de su empresa a una filosofía de calidad y diseño que atrajo a millones de adeptos dispuestos a comprar cualquier cosa con el símbolo de la manzana mordida.

Un número de fieles que fue creciendo a medida que Apple ampliaba su red de tiendas por todo el mundo y abarataba sus productos al sacarle partido a las economías de escala y la externalización de su fabricación en masa a China.

Jobs además convirtió los lanzamientos de la empresa en espectáculos y sabía manejar bien los tiempos para generar expectativas. Le gustaba quedarse con un as en la manga.