"Padre muerto que estás en el infierno, maldito sea tu espíritu", fue la frase escrita en un papel que se encontró en el interior del sagrario de la Catedral. Además, quien se encargó de dejar el tenebroso mensaje se llevó dos copones con hostias consagradas, generando gran conmoción en la opinión pública. Estupefacto y dolido, el párroco realizó la denuncia rogando por un pronto esclarecimiento. En la policía se mostraron sorprendidos porque se trataba de un hecho sin precedentes en la provincia.
Todo sucedió en noviembre de 2004. Para los católicos fue un verdadero cimbronazo, un golpe a lo más preciado, un ataque a la fe. Todo, dentro del templo más importante que tiene San Juan para las personas que profesan esa religión.
Para el párroco Juan José Leiva todo se trataba de un mensaje satánico, donde el tema principal no pasaba por el robo. "Supongo que lo hizo algún desquiciado. El mensaje está escrito a mano, con fibra verde y letra imprenta, en una entrada al espectáculo de animales exóticos que hay en el centro. Además, dibujaron un símbolo satánico, que es un triángulo equilátero cuyos vértices sobresalen de un círculo concéntrico", relató el sacerdote.
En ese mismo momento, desde la policía comenzaron con un intenso rastrillaje para tratar de dar con los profanadores. No se descartó ninguna hipótesis. La principal apuntaba a que el autor del hecho podía ser una de las 15 personas que en ese momento trabajaba en la Catedral, desde el párroco hasta el último colaborador, ya que sólo ellos sabían dónde se encontraba la llave que abría el sagrario y que desapareció luego de la profanación. Todos fueron citados a declarar.
La llave en cuestión era guardada en una mesa con cuatro cajones, tapada con un mantel, ubicada a 10 metros del sagrario. "Sabemos que esto toca muchas susceptibilidades, pero nosotros somos policías y aquí no hay que dejar cabos sueltos. Por eso nuestras sospechas desde el cura para abajo", contó en ese entonces una alta fuente policial a DIARIO DE CUYO.
Es más, los investigadores estaban convencidos que no se trataba de algo hecho a las apuradas, ya que el texto del mensaje estaba escrito de manera muy prolija. "Es como un mensaje mafioso para meterle miedo a la Iglesia", añadió.
Por su parte, Leiva creía que todo era obra de turistas de algún contingente que visitaron el lugar o incluso algún infiltrado entre estos turistas. Es que allí, en la cripta del subsuelo de la Catedral, se encuentran los restos de Fray Justo Santamaría de Oro y otros religiosos que marcaron la historia de la provincia.

Desde la Iglesia oficiaron una una ‘Misa de Reparación’ por el acto de sacrilegio hacia los símbolos sagrados. Asistieron mil personas, dolidas, con pesar. Ofendidas. Sin embargo, la historia que en principio no parecía tener un final cercano, se resolvió gracias al enojo de una abuela. Sí, de una abuela.
Es que no se trataba de un robo con fines satánicos sino de una ‘travesura’ de pésimo gusto llevada a cabo por tres chicos en estado de ebriedad. Al llegar a su casa, luego del robo de las hostias, uno de los jóvenes no tuvo mejor idea que mostrarle los copones robados a su abuela, como si de un trofeo se tratase. Indignada, la mujer le ordenó devolver todo cuanto antes.
Vándalo pero obediente, el joven tiró las hostias en la Plaza de Santa Lucía, con un vecino como testigo, y llevó los copones a la parroquia Medalla Milagrosa, facilitando notablemente la labor de los uniformados. Por supuesto, el chico no tardó en ser detenido. Según contó, la tarde del hecho estuvo bebiendo cerveza con unos amigos, cuando se fueron a caminar por el centro cuando se les ocurrió la insólita idea.

La puerta que llevaba a la cripta estaba abierta, por lo que no necesitaron ejercer ningún tipo de violencia. Además, el encargado de cerrar el Sagrario, no lo hizo bien y pudieron acceder a él con facilidad, sin herramientas ni llaves. El muchacho aseguró que como los amigos tenían miedo de llevarse lo robado, él se hizo cargo de todo. Inocentemente le mostró todo a su abuela y ese fue el principio del fin.
Los relatos de la época señalan que el joven lloró desconsoladamente ante los policías porque jamás imaginó que el tema tomaría tanta repercusión. Incluso, mantuvo una reunión con Monseñor Delgado en la que se mostró muy arrepentido por algo que se le fue de las manos. El Obispo lo perdonó dándole la bendición.
Finalmente, los tres chicos fueron acusados de Hurto.

