Por Mario Luis Romero

Enviado especial

`Lejos de ti, de mi querencia, pobre de mí, me paso llorando ausencias, me paso llorando ausencia…’se escuchaba en uno de los pozos de Bahía Fox (Gran Malvina) cuando se daba el cese al fuego y las balas de los aviones ingleses no picaban cerca. Pero también cuando el hambre ponía contra las cuerdas a los combatientes y estar entretenido era casi como saborear un buen estofado.Eran momentos donde los víveres no llegaban, cuando algunas posiciones no recibían su ración de alimentos

Es que la obra de Buenaventura Luna tuvo en la voz de un sobrino-nieto, Duilio Oscar Dojorti (57), un difusor en las Malvinas. Este jovencito de 22 años, huaqueño –como no podía ser de otra manera-, fue destinado desde Comodoro Rivadavia a cumplir tareas en las Islas y defenderse de los ataques navales y aéreos del enemigo.

A cargo de uno de los cañones y al frente de 12 hombres, tuvo en la música un respiro en medio de la locura que era la guerra. Es que en la noche se daban los ataques de un barco que estaba unos 25 kilómetros aguas adentro y en el día de los aviones Harrier que en grupo de tres o cuatro lanzaban ráfagas de municiones a posiciones argentinas.

“No teníamos guitarra pero le dábamos al canto igual. Estaba con unos cordobeses y cuando les cantaba Vallecito me pedían que les repita el recitado porque les gustaba y lo querían aprender. También varias de Saúl Quiroga, me acuerdo que les gustaba ‘Zamba de las tolderías’, ‘Puentecito de mi río’… y bueno, nos entreteníamos, eran muchos días, había hambre, tristeza y la música era como un recreo”, cuenta en tono bajo Dojorti.

Cuando los pedazos de medias rotas fue el medio de comunicación

Dojorti lo cuenta como una anécdota más en su derrotero de recuerdos de aquellos días en el archipiélago -llegó el 6 de abril y estuvo el último día, pero lo único que hace es reafirmar  en las precarias condiciones en que pelearon los argentinos.

El oriundo de Jáchal relató cómo hicieron cuando se quedaron sin comunicación. “Nos teníamos que comunicar con la otra posición (no era ni más ni menos que otro pozo en la turba malvinense) sin salir de nuestro lugar y nos habíamos quedado sin nada, y se nos ocurrió con pedazos de medias rotas y otras telas, armar un lazo de unos 20 o 30 metros, dependiendo la distancia, y avisarle al otro que se quede de guardia”, detalló.

Así alertaban al compañero. A decir de Dojorti, el sistema funcionó igual o mejor que un equipo de comunicación. El ingenio argento no perdió la guerra, sin dudas.