No perdió la fe ni el buen humor, pero confesó que a veces le cuesta llegar al final del día con la energía que siempre lo caracterizó. Es monseñor Román Becerra, vicario general del Arzobispado y su segunda máxima autoridad detrás de monseñor Alfonso Delgado, que atraviesa por un duro momento debido a la diabetes que lo aqueja desde hace 17 años. No sólo perdió el 70% de la visión a raíz de esta enfermedad (da misa leyendo en una tablet), sino que ahora recibe diálisis para mantener el funcionamiento de sus riñones y hasta tanto se concrete un trasplante. De todos modos, este sacerdote de 60 años, que por 33 años trabajó siempre junto a los enfermos y personas con discapacidad, quiso transmitir un mensaje de tranquilidad a los feligreses. A través de DIARIO DE CUYO les dijo que ‘siempre hay que aceptar con fortaleza las pruebas que Dios nos pone en el camino’. En julio pasado, tras una descompensación, le diagnosticaron una deficiencia renal y tuvo que comenzar con el tratamiento de diálisis. No le dijo nada a nadie sobre esto, ni siquiera al sacerdote con el que compartía la casa parroquial. Pensó que lo podría sobrellevar solo y ‘sin molestar a nadie’, pero no pudo. ‘Con las primeras sesiones de diálisis empecé a sufrir cuadros de hipoglucemia y de hipertensión. Un día se me bajó tanto el nivel de azúcar y la presión que me desmayé. Fueron las hermanas del Colegio El Tránsito las que me encontraron tirado en el suelo de la casa parroquial. Ellas me auxiliaron y se convirtieron en mis protectoras’, dijo Monseñor. Desde ese episodio el sacerdote vive con estas religiosas en la casa contigua al colegio y ellas se encargan no sólo de hacerle compañía, sino también de que tome la medicación en tiempo y horario, que coma sano y llevarlo a las sesiones de diálisis que son 3 veces a la semana. También se ocupan de levantarle el humor cuando se desanima. Román Becerra es sanjuanino y tiene 3 hermanos, pero sólo uno vive en la provincia. Es casado y tiene 6 hijos, es por eso que el sacerdote no quiso mudarse con ellos cuando la diabetes le comenzó a afectar la visión. ‘Cada uno tiene sus obligaciones y actividades y yo sólo les iba a complicar la vida. Por eso preferí quedarme con las hermanas que siempre están aun en los momentos más difíciles’, dijo Becerra. Luego de que los médicos le practicaran una fístula para comenzar con la diálisis, se le produjo un derrame sanguíneo al sacerdote. Terminó en Terapia Intensiva donde recibió varias transfusiones de sangre para superar ese cuadro. ‘Gracias a Dios pude salir de ese problema y estoy medianamente bien’, dijo Monseñor.
Tres días a la semana y por 4 horas diarias, Becerra permanece conectado a la máquina de diálisis. Aprovecha ese tiempo para rezar, leer y hasta bendecir a los demás pacientes de la sala. ‘No sé por cuánto tiempo vamos a seguir juntos, por eso trato de que todos estemos lo mejor posible y en paz. El médico me dijo que lo único que puede solucionar mi problema renal es el trasplante de ambos riñones. Y que voy a continuar con diálisis hasta que eso se concrete. Ahora me van a hacer algunos estudios que si dan bien van a permitir que entre en lista de espera’, dijo el sacerdote.
Celebrar misa es la actividad que más reconforta al padre Becerra. Pero, aunque intenta cumplir con este deber la mayor cantidad de veces posible, casi no puede hacerlo. ‘A veces de la diálisis salgo en buen estado y con mucho ánimo, pero cuando llego a casa empiezo a sentir como si me hubieran dado una paliza y termino el resto del día en la cama. Por suerte pude celebrar misa para Navidad y eso me colmó de alegría’, dijo el vicario.

