El carnaval en San Juan parece haber vivido sobre una montaña rusa. En sus comienzos supo ser una de las fiestas más convocantes y tradicionales de la provincia. Con corsos, bailes, chaya y orquestas en vivo, su esplendor duró mucho tiempo. Inclusive tras haber sido suspendido durante algunas ediciones por la tristeza que invadió a la provincia después del terremoto del "44. Pero con el correr de los años, la falta de recursos hizo que el entusiasmo decayera y el carnaval llegó a su punto más agónico, quedando al borde de desaparecer. Sin embargo, los vecinos de distintos departamentos volvieron a ponerle énfasis y la concurrencia del público hizo que las autoridades pusieran los ojos sobre él nuevamente y apoyaran su desarrollo. Así, el carnaval ocupa hoy la lista de fiestas provinciales más importantes y los departamentos se suman aportando sus propios corsos.

Si bien los libros de historia de San Juan narran los "bailes de mascarada" que se hacían en el siglo XVIII y la predilección de Domingo Faustino Sarmiento, en el XIX, por la chaya; según los memoriosos, allá por 1935 empezaron a desfilar por las calles las primeras murgas y comparsas de las fiestas de carnaval salpicadas con agua perfumada con albahaca y espolvoreadas con harina.

La fiesta duró hasta 1944, cuando la tragedia del terremoto vistió a la provincia de luto y las comparsas dejaron de sonar y bailar. Sin embargo, la pujanza del pueblo se vio plasmada en los "50, cuando los corsos volvieron a copar la plaza 25 de Mayo y familias enteras se reunieron a bailar nuevamente. Eso, a pesar de una llamativa disposición de la Policía, que prohibía a los hombres disfrazarse de mujeres, y a la oposición de la Acción Católica, que se manifestó en contra de los festejos por considerarlos mundanos.

El festejo llegó a la Avenida Central a partir de 1965 y los semáforos fueron cubiertos con máscaras gigantes, dando comienzo a la época de máximo esplendor del carnaval. En la década del "70 la euforia por la celebración era tal que los departamentos se unieron realizando sus propios festejos. Y resaltó Caucete, que tuvo el primer corso organizado por la Municipalidad, justo cuando el festejo se estaba contagiando de los carnavales brasileños: incorporó la samba, las plumas en los trajes y los instrumentos de percusión.

Pero con la década del "80 llegó la caída del imperio carnavalesco. La escasez de presupuesto derrumbó las celebraciones oficiales. Y a pesar de que hubo intentos por reactivarlas, como la realización del "Carnaval de la fantasía", todo fue en vano.

Más allá de bailes aislados y algún que otro corso en los departamentos, la situación no cambió esencialmente hasta 1997, cuando nació el carnaval realizado por la Municipalidad de Chimbas y los vecinos del departamento, que luego se transformaría en Carnaval Provincial.

La aceptación de la gente se manifestó desde un principio. En 1998 se realizó una encuesta y la recuperación del carnaval fue evaluada por los chimberos como una de las iniciativas más importantes del municipio. Así, el carnaval de Chimbas del año siguiente fue presenciado por 30.000 personas, en su mayoría chimberos que encontraron en el festejo una manera de identificarse culturalmente.

El color y la música volvieron a la Capital recién en 2004, cuando el corso ganó nuevamente la Avenida Central, desde España hasta Mendoza. Pero la alegría duró poco: a pesar de que el festejo capitalino congregó a gran cantidad de personas, todos comentaban que a Chimbas (que ese año instaló su corsódromo por primera vez en la calle Mendoza) ya nadie podía quitarle el reinado.

Hoy el carnaval es una de las fiestas más esperadas del año. A fines de febrero, las comparsas invaden las calles. Y a pesar de que Chimbas logró quedarse con la principal celebración de la provincia, municipios y uniones vecinales de otros departamentos aportan colorido a sus calles principales con sus propias murgas, sus grupos de danzantes, sus carruajes y sus reinas.