"No tengo miedo, tengo fe", reza el cartel de bienvenida en la prolija pérgola de madera. Y ahí está la imagen de San La Muerte, con sus ojos rojos mirando bajo la capucha negra y la temible hoz en la mano, dominando su gruta rodeada de césped, árboles, plantas y adornos. Es como un jardín entre las piedras. Es el jardín de San La Muerte sanjuanino. Está ubicado en calle Mendoza antes de Benavídez, a metros del barrio Costa Canal, en Concepción, y sus devotos afirman que es el único "santuario" en la provincia, además de que cada vez son más los fieles del llamado "Santito Esqueleto".
Al lugar lo cuidan unos vecinos, que fueron los encargados de construirlo hace seis años. La gruta mira hacia el barrio, bajo la sombra de una enredadera sobre la pérgola, un paraíso y un sauce llorón. Todo el lugar está rodeado de césped, con algunos patos de adorno y unas ruedas de carretela prolijamente pintadas. "Esto lo hicimos por pedido de un ingeniero, que compró las cosas y puso la plata para la mano de obra. El tenía una promesa y cumplió así. Es el único santuario de San La Muerte en San Juan y viene gente de todos lados a rezar", cuenta Marcela, que vive a media cuadra y ayudó hasta a poner los palos de la pérgola junto a su marido.
San La Muerte no es un santo reconocido por la Iglesia católica. Hay varias versiones sobre su origen. Una de las más difundidas afirma que probablemente se trató de un monje que curaba a leprosos en Corrientes hacia el año 1750, acusado luego de brujería y encerrado en una celda con puerta sellada. Según la leyenda, un 20 de agosto, después de mucho tiempo, los guardias abrieron la celda y sólo encontraron sus huesos. Su cuerpo esquelético se encontraba de pie y cuando ingresaron él mismo levantó su mano señalando a su principal acusador, quien murió luego de una misteriosa enfermedad.
Entre los múltiples poderes que se le atribuyen se destaca el de hacer a sus fieles invulnerables a todo daño, además de favorecerlos en la fortuna y el amor. A su vez, al "Esqueleto Milagroso" se lo relaciona con el ocultismo y así como se le pide por el bien, también se lo hace por el mal, aunque eso es algo que sus creyentes desmienten.
"Hay gente que relaciona a San La Muerte con lo malo. Pero no es así. Para rezarle, primero se invoca a Dios. Además, las imágenes siempre están bendecidas, a escondidas, pero bendecidas en la Iglesia", afirma Marcela, quien confiesa que los devotos suelen conseguir esta protección ingresando a las parroquias con las figuras ocultas y descubriéndolas al momento justo de la bendición de los sacerdotes. En la gruta de Concepción, San La Muerte está acompañado por Santa Catalina, un rosario de color rosado, un Jesús crucificado y una Biblia de hojas ajadas.
Según cuentan los vecinos, cada vez va más gente a rezar a diario, incluso policías. Y es que a San La Muerte se lo considera protector de los que llevan vidas violentas con alto riesgo, como los delincuentes y policías, además de que se cree que quien lleva tatuado o incluso incrustado bajo la piel su figura, es invulnerable.
"Cuando hicimos la gruta, acá había sólo piedras. Hoy es un como un jardincito", dice Marcela. Y resume por qué cree que la devoción va en aumento: "Al hermano de una piba que viene seguido a la gruta le dieron un balazo en la cabeza; hoy anda caminando. A mí me ayudó siempre. Hace seis meses, mi hijo tuvo un accidente y la operación en el brazo nos salía 18.000 pesos. Yo pedí y no sé cómo, pero apareció la plata y él se sanó. No tengo dudas de que San La Muerte es querido porque es muy cumplidor".