Jugar con una pelota en el barro o medir fuerzas contra un amigo callejero no está permitido a los perros que participan en torneos donde se juzga su belleza y destreza. Además estos canes deben cuidar su peso, hacer ejercicios y practicar su forma de pararse con la cabeza erguida y sin moverse. Las comidas altas en calorías son sólo un sueño en sus vidas. Parados junto a sus dueños con trofeos y sin mutarse ante las cámaras, los caninos estrellas de la provincia tienen una vida muy diferente a la de un perro común que nunca conoció el cuadrilátero de competición.

En las competencias, a estos canes de pedigrí, se les mide el largo del hocico, de las piernas, de la cola. Se les revisa la dentadura, las uñas, la dureza de las orejas. El jurado los pesa y analiza el estado de su pelo y la forma de caminar y de pararse. Todos estas observaciones se comparan con el estereotipo perfecto de cada raza y el que se parece más al modelo obtiene la gloria.

La vida de estos perros de revistas no es sólo flashes y glamour. Para poder mover sus colas en el podio deben resignar varias actividades. Ladrar a un auto en plena marcha o devorarse todas las sobras del asado del domingo son gustos que nunca se podrán dar. La mayoría de ellos tiene que caminar y trotar de 30 minutos a una hora diaria. Y tres veces por semana les toca otro entrenamiento que consiste en pararse erguido con la frente en alto. A esto se suma cuidar el largo de sus pasos y aprender las órdenes para moverse y detenerse apenas las escuchen. Sus dueños pagan a los personal trainers hasta 800 pesos por mes por las ejercitaciones.

La dieta estricta con alimento balanceado es otra regla inquebrantable porque los perros de gran tamaño pueden tener problemas de articulaciones y los de raza atlética tienen que mantener sus músculos firmes.