Un sello. Su espíritu inquieto lo llevó a trabajar en otras ciudades y oficios, pero nunca se sintió tan cómodo como vendedor ambulante. Su inolvidable "lloren chicos, lloren" lo convirtió en un personaje reconocido por muchísima gente.

Se llamaba Roberto Sánchez y al igual que el famoso cantante conocido como Sandro, su voz fue su principal herramienta de trabajo.

También su tono grave y vibrante sobresalía fácilmente. Aunque sus escenarios principales fueron generalmente la estación Terminal de Ómnibus de larga y media distancia y la puerta de alguna escuela. Aunque también realizó funciones en trayectos de colectivos urbanos.

Pero en vez de cantar "Ay Rosa, Rosa pide lo que quieras, pero nunca pidas que mi amor se muera..." este Roberto Sánchez, vendedor ambulante, tomaba exactamente la otra dirección y como estrategia para atraer clientes cuando la venta de productos apuntaba al público infantil, tenía como estribillo el famosísimo "Lloren, chicos lloren", con el que conseguía su primer cometido; niños y adultos buscaban el rostro de ese ocurrente vendedor.

Luego de 74 años de vida, esa voz se apagó anteayer. Roberto Joaquín Sánchez, también conocido como el "loco Sandro" entre sus amigos por ser homónimo del cantante, partió de este mundo y se aseguró un lugarcito en la galería principal de recuerdos por su archiconocido "lloren chicos, lloren" que entremezclaba la descripción de los artículos que ocasionalmente estaba vendiendo: desde libros para leer y colorear, hasta golosinas y helados en la época estival.

Según contó a la web de DIARIO DE CUYO una de sus dos hijas, Andrea Sánchez, Roberto empezó a vender en las calles a los 6 años. Lo primero fueron huevos y lo hizo para ayudar a su mamá. Cuando salió de la calle, trabajó en la fábrica Almar y cuando vivió en Mar del Plata lo hizo en otras compañías, como por ejemplo una que hacía conocidos chocolates.

Pero siempre volvió a su primer amor; la venta callejera. Es más, hasta enero pasado, trabajó en la Terminal de colectivos, en el Centro o en los colectivos. Luego un problema de salud, que terminó en una reciente operación de la cual no se pudo reponer, lo sacó del trabajo. "Era un ángel, le decíamos que no trabaje pero él amaba lo que hacía", se lamentó Andrea.

Las repercusiones en las redes sociales al hacerse público su fallecimiento fueron inmediatas y masivas. Entre las numerosas publicaciones al pie de la nota de la web de DIARIO DE CUYO, fueron apareciendo "clientes" que aseguraron que recordarán por siempre a ese personaje de la vida urbana local. Como Mendoza, quien escribió: "Que triste me puso la noticia. Le compré alguna vez el juego de peines "MASCARDI"... Coincido con otros comentaristas: "Un vendedor de raza". para imitar. QEPD Roberto".

O también Daniel Arrieta, quien contó que la arenga del vendedor siempre fue efectiva y que la vivió en las dos posiciones: "Lloré para que me compraran un libro y una golosina. Y ahora mis hijas también lloraron por lo mismo. Lo vamos a extrañar. Señor... realmente un capo".

Su inconfundible voz se apagó el domingo y luego de un instante en que lloran chicos y grandes por la noticia, aflora un recuerdo feliz que dejó en este mundo Roberto Joaquín Sánchez.