Si se visita el cementerio de la Capital, a poco de entrar se encuentra con un bello monumento que representa una cruz semi cubierta con una mortaja. Una serie de placas indican que fue construido en menoría de Don José Clemente Sarmiento y de Paula Albarracín, habiendo su hijo Domingo Faustino participado con sus recursos para realizarlo. También se puede leer que es el mausoleo de los padres del prócer y que por decreto 12.806 del año 1946, se lo considera un Monumento Histórico Nacional. La creencia afirma que allí están depositados los restos mortales de Paula y Clemente, cosa que es verdad para la primera, pero falso para el segundo. En realidad nadie sabe ni dónde, ni cuándo murió el padre del sanjuanino más ilustre.

En ese bello libro que es Recuerdos de Provincia escribe Sarmiento que: "Con esos elementos, la noble obrera se asoció en matrimonio, a poco de terminada su casa, con don José Clemente Sarmiento, mi padre, joven apuesto, de una familia que también decaía como la suya, y le trajo en dote la cadena de privaciones en que pasó largos años de su vida. Era mi padre, un hombre dotado de mil cualidades buenas, que desmejoraban otras, que, sin ser malas, obraban en sentido opuesto a mí, mi padre pasó toda su vida en comienzos de especulaciones, cuyos proyectos se disipaban en momentos mal aconsejados; trabajaba con tesón y caía en el desaliento; volvía a ensayar sus fuerzas, y se estrellaba contra algún desencanto, disipando su energía en viajes largos a otras provincias". En unos de esos largos viajes don Clemente no volvió nunca más y nadie ha podido aportar ninguna prueba documental que explique cuál pudo haber sido su suerte.

Su hijo hizo infinidad de averiguaciones, agotó todos los trámites que para la época podían darle una respuesta, pero todo fue en vano. Nadie pudo dar una respuesta, una señal que marcase al menos una pista. Puede haber muerto en algún punto de la geografía sanjuanina, en otra provincia, en Chile, o en lo que entonces se llamaba el Alto Perú y hoy conocemos como Bolivia. Todos esos lugares eran visitados por los arrieros locales y precisamente en el oficio de arriero era donde más destacaba Clemente.

La falta de documentación no ha impedido que algunos lleguen imaginar no sólo cuando y de que murió el padre del prócer, sino que también han descripto como fue su sepelio. Todo en el afán de crear un personaje ilustre que el mismo hijo con gran calidad literaria se encarga de desmentir. Lo destacable y cierto es que Sarmiento amó a su padre, lo respetó y aprendió de el todo lo posible y es precisamente lo que lo dignifica como hijo. Y habla muy bien de él todos los esfuerzos que realizó para tratar de encontrar al menos un indicio que permitiese saber que ocurrió.

Es eso lo que se debe recordar, lo que se debe enseñar, los valores de humanidad y dignidad con los cuales recordó a su padre. Que se haya inventado un lugar donde se afirma que está sepultado no le hace ningún bien ni a la historia ni al hijo.