Osco, duro con la prensa. Ácido para las respuestas y poco afecto al contacto con el periodismo. Así, se podría decir que la gran mayoría del ambiente futbolero del país ve a Humberto Grondona. Un técnico polémico que decidió vivir en Mendoza y que Juan Manuel Iñones conoce en la otra faceta. La del amigo generoso, la del tipo con códigos. Por eso cuenta anécdotas que pocos conocen y que pintan de cuerpo entero al otro Humbertito.

‘Cuando Grondona dirigía Talleres, nació mi primer hijo Álvaro que tiene problemas genéticos y una discapacidad. Él se enteró de ese problema y mandó gente de su entorno a San Juan. Llegó un médico, yo lo fui a buscar al hotel y vio a mi hijo en varias ocasiones. Cuando le pregunté cuáles eran sus honorarios, me contestó que todo lo pagaba Humberto y que si le decía que yo le había pagado, por poco lo mataba’, contó Juan para mostrar lo que es capaz Grondona.

‘En otra ocasión y te puedo asegurar que se repitió muchas veces, fuimos a comer con mucha gente. Yo podía llevar a mis amigos y Humbertito callado, se paraba y se iba a pagar toda la mesa sin decir nada de nada’.

Siempre está atento a lo que le pasa a su gente. Es devoto de la Difunta Correa y de San Expedito al extremo de haberme pedido en una ocasión de que fuera hasta la Difunta para escribir un papel con el nombre de su mamá que estaba muy enferma, lo fotografié y se lo mandé. También lo hizo en los vestuarios con los chicos poniendo fotos de esos papeles puestos en la Difunta. Empezó a creer en ella por sus hijas y ahora, cada vez que está cerca de San Juan pasamos por Vallecito para venerarla. También cree mucho en San Expedito y en el Señor del Milagro. Esas imágenes lo acompañan en todo el mundo por donde viaja’.