Cuando llegó al terreno donde hoy vive, hace casi medio siglo, iba con su mujer, su hija mayor y un carrito para transportar cosas. Se encontró con un páramo, arañado por chañares y algarrobos y sin más decorado extra que el viento. Con el carrito empezó a trasladar un tacho casi dos kilómetros al sur para sacar agua de una acequia, volver, mojar la tierra y cortar adobes. Así, al rayo del Sol, construyó su casa. Y se quedó. Y el lugar empezó a poblarse de a poco, y hoy es la Villa Esperanza, muy cerca de Villa Krause, en Rawson. Este fundador moderno, don Félix Guevara, acaba de ser elegido como el padre de mayor edad (96 años) en el departamento. Por eso, y para homenajearlo en el Día del Padre, los comerciantes rawsinos lo llenaron de regalos.
Los primeros que responden al timbrazo en la casa son los dos perros, uno de ellos con pulóver. Detrás viene, apoyado en su andador desvencijado, Félix. Se mueve despacio, tiene una lucidez apabullante y mantiene el tono rústico que heredó de su vida de campo en Huaco, Jáchal, hasta que alcanzó los 18 años y se fue con sus hermanos para buscar algún trabajo que le diera más horizonte que la cría de cabras y ovejas.
Así llegó a Rawson en 1931. Al poco tiempo empezó a trabajar limpiando canales. Pasaron los años, tuvo sus cuatro hijos y finalmente se fue de donde estaba, un poco más hacia el sur, al desierto que domó para que se convirtiera luego en la Villa Esperanza. Desde allí se iba todos los días a pie hasta la Costanera chimbera, para trabajar. Su gran progreso fue comprar una bici. Nunca tuvo auto. Por eso le sorprendió tanto el Huaco de hace dos años, cuando lo llevaron de paseo: "Está muy distinto, mucho mejor, prosperó mucho con la cebolla… ¡y hay muchísimos autos!".
Ayer lo acompañaban dos hijos, dos nietas y algunos bisnietos. Para hoy, prometían juntarse casi todos. El casi es comprensible: este patriarca tiene 17 nietos, más de 50 bisnietos y 9 tataranietos. Al menos ya tiene garantizado el desayuno, además de una torta, ropa, calzado, pantuflas, vinos, un asado y hasta una silla de ruedas artesanal. Todo, regalos donados por comerciantes rawsinos, auspiciantes del concurso que tuvo a Félix como ganador.