El censista, 36 años, docente de la escuela Timoteo Maradona, sudaba la gota gorda con cada pedaleada. Y del hombro, cruzada en bandolera, le cruzaba bamboleándose la bolsa plástica con el logo del Censo 2010, llena de formularios y con un lápiz negro. Luis conoce bien la zona, porque trabaja por allí. Pero el clima de ayer, que le hacía masticar tierra en el camino enripiado que bordea el canal Benavídez, le indicaba que no sería como un día de trabajo normal. Recorrió ese sector rivadaviense en su bici, cruzó tres pasarelas enclenques sobre el canal, se transpiró la vida y, entre resuellos, tiró una expresión de deseo que invitó a la compasión: "Espero terminar todo antes de las 20".