Desde los 5 años Mateo Agüero le rogaba a su mamá que los inscribiera en la Escuela de Cadetes de los Bomberos Voluntarios San Juan, de Chimbas. Lo llevó, pero no lo inscribieron porque sólo se admitía chicos con 6 años de edad. Ni bien festejó su sexto cumpleaños, Mateo finalmente ingresó a esta institución.
Ahora tiene 11 y dijo que no se arrepiente de haber elegido esta actividad. “Aún me acuerdo de la primera clase. Nos enseñaron primeros auxilios y las partes de la autobomba. Lo bueno es que los instructores nos tratan a todos los chicos como si fuéramos grandes y nos exigen igual. En el 2010 nos llevaron al Pinar para que nosotros solos apagáramos un incendio que encendieron para la práctica. Fue increíble. Aún me parece estar luchando para poder dominar la manguera”, dijo el chico al que ni los contratiempos y el dolor lograron alejar de su vocación. Durante una de las tantas prácticas se tiró cuerpo a tierra y cayó sobre el pitón de la manguera (boca de acero) y se fisuró un par de costillas. “En la escuela algunos chicos se reían de mí y me decían que era un tonto por hacer esa actividad peligrosa, pero nunca hice caso porque soy feliz haciendo esto. Cada vez que siento la sirena de una autobomba me imagino que soy yo que voy a salvar una vida”, dijo.

