De los Sacoa, Tic Tac Toe, City Game o Juegolandia ya sólo queda el recuerdo de haber puesto alguna vez una ficha acanalada en una máquina. De todos los negocios de videojuegos que funcionaron en el centro, ya sólo queda uno. Se trata de Punto Fijo, que se mantiene como único representante del rubro luego de que hace unas semanas cerró definitivamente Juegolandia.

Punto Fijo funciona en el negocio de calle Mendoza pasando Laprida y lo compró hace muchos años César Metón, quien antes había tenido City Game por calle Rivadavia. ‘Creo que la clave de mantenerse por tanto tiempo y pese a épocas difíciles, como la actual, es la buena atención, estar abierto las 24 horas, haber ido variando los juegos y tener el local con más mesas de pool de San Juan, porque en el subsuelo tengo 15’, contó César.

El lugar es una invitación a revivir parte de los ‘80 y ‘90. Están los Daytona con sus cómodas butacas y su clásico zumbido imitando el ruido de motores, los juegos de peleas, el metegol y en el centro de todo, las tentadoras Cascadas mágicas, con fichas al borde del filo que nunca caen. El olor al humo de cigarrillos es inconfundible y no hay forma de comunicarse (ni en Punto Fijo ni en cualquiera de los otros videojuegos que había) sino es casi gritando, por el sonido de todas las máquinas funcionando a la misma vez.

Street Fighter, a fines de los ‘80, y Mortal Kombat, a principios de los ‘90, fueron los juegos que revolucionaron el lugar, según César. Los chicos hacían fila para poder jugar y aún hoy siguen siendo las máquinas que más fichas recaudan. En tanto, los simuladores de manejo fueron una innovación en 1995 que oxigenó a los videojuegos, en plena etapa de las consolas como Family Game o Sega. ‘Cuando aparecieron las máquinas con butaca y volante, como el Indy 500, el Sega Rally o el Daytona, los clientes se volvieron locos’, apuntó el comerciante.

Verónica Nievas entró a trabajar como cajera hace 15 años y hoy dice que los jóvenes que iban a jugar en 1996 asisten acompañados de sus hijos. ‘Si hasta me los presentan’, dijo la mujer, que como no podía ser de otra manera, conoció a su marido en Punto Fijo.

‘Teníamos un cliente amigo que era tan fanático del Street Fighter, que venía disfrazado de los personajes del juego. Vero, ¿no te das cuenta? Hoy me vine de tal o cual personaje, me decía. Y como yo no tenía ni idea del juego, no me daba cuenta’, recordó sonriendo.

Por otro lado, ahora los chicos asisten al local con guardapolvos o uniformes, algo que estuvo prohibido en una época (por eso era común taparlos debajo de las camperas o esconderlos en las mochilas). En tanto, el dueño de vez en cuando sigue echando a algún que otro vagabundo que se esconde a dormir debajo de las mesas de pool.

‘Si bien ahora los chicos juegan on line con las netbooks, los videojuegos siguen teniendo una mística. Apostamos a quedarnos muchos años más y para atraer nuevos clientes vamos a remodelar el local e incorporar otros juegos’, anticipó Metón.