Ni bien terminaron de desfilar las escuelas y los redoblantes indicaban que ya estaba por llegar la murga a la Avenida Libertador, el intendente de Rivadavia atendió a la seña que le hacían sus asistentes de ceremonial y protocolo y bajó del palco. Con paso rápido, se dirigió por Libertador hacia el Este, hasta alcanzar el sitio que le había sido asignado para desfilar (junto a los integrantes del Concejo Deliberante) tal cual él mismo lo había pedido. Rápidamente, los concejales lo siguieron de a uno y fueron tomando su lugar al frente de la escuadra. Una vez formados y, más acostumbrados a la caminata política que al desfile, emprendieron la marcha sin poder coordinar cuándo había que dar el paso con el pie izquierdo, pero luciendo inmensas sonrisas en sus rostros. Elías Álvarez ocupó uno de los extremos, ya que como había manifestado anteriormente, quería ser “uno más”. Y aunque había pedido no ser aplaudido, cosechó varios saludos a lo largo de la breve marcha, tanto desde el palco oficial como desde los costados de la calle, donde se ubicaban los rivadavienses. Detrás de la escuadra de las autoridades, se ubicaron los empleados municipales. Fue la primera vez que la totalidad de los agentes que prestan servicios en Rivadavia participaban de un desfile patrio.
