Ni bien el Sol comienza a ocultarse, la cancha se llena de camisetas multicolores y las gradas, de papás y vecinos ansiosos que llegan para hacer barra. Cada noche, más de 600 niños albardoneros se reúnen durante todo el mes de enero para participar del campeonato de fútbol infantil que ya es un clásico: El Albardoncito. Este año, la competencia coincide con los 150 años del departamento que será el próximo 22 de enero.
“Me encanta jugar. Pasamos todo el año entrenando y ahora nos encontramos todos los barrios”, contó Luana Silva (9), una de las jugadoras del barrio Villicum. En total participan 38 equipos que representan a cada barrio del departamento. El encuentro se hace en el Polideportivo de Campo Afuera, cuya cancha está impecable. Además tiene buena iluminación. Por eso, el encuentro se transforma en una fiesta. Por noche llevan a cabo entre 10 y 12 partidos de las categorías 2004 a 2008, que son las que compiten y hay equipos que son mixtos.
Para poder concluir la competencia en menos de un mes, en simultáneo hay 3 partidos. Para ello, dividen la enorme cancha en cuatro partes.
El encuentro comenzó el pasado 6 de enero y mañana finalizará con la entrega de trofeo a los ganadores y medallas a todos los participantes.
“Venimos en familia para divertirnos y para apoyar a nuestros hijos”, contó María Aranda, que estaba en la tribuna desde temprano. En general, los partidos se extienden hasta cerca de la medianoche.
El Albardoncito es un encuentro que se realiza hace varios años, pero para esta edición tuvo un récord de participantes. ”El fútbol motiva a los niños. Sirve para sacarlos de la calle. Acá participan todos. Escuelas de fútbol y equipos que se arman en los barrios. Todos con sus camisetas y directores técnicos. Es una buena excusa para enseñarles responsabilidad y trabajo en equipo”, dijo Miguel García, al frente de Deportes de la Municipalidad de Albardón.
Así, la localidad de Campo Afuera, que está al Oeste de Ruta 40, antes de llegar al Villicum, se transforma el tiempo que dura el campeonato. En las calles se apostan carros de choripán, y abundan los vendedores de helados y golosinas.
Dentro de la cancha, que está rodeada de gradas de cemento, las familias montan picnic para ver a los chicos despuntar el placer de jugar a la pelota, sólo por gusto.

