No hay risas ni niños corriendo. Algunas camas están prolijamente tendidas, otras con las sábanas arrugadas y algún que otro ocupante mirando al techo de lata o a un celular. Allí dentro del polideportivo Marcelo García, de Pocito, la angustia, la impotencia y la incertidumbre se percibe en cada burbuja que conforman las camas. No hay miseria más grande que perderlo todo y no tener nada para empezar, coinciden en ese centro de evacuados que aún tiene a 90 personas sin ninguna chance de recuperar el techo que los cobijaba hasta la madrugada del domingo pasado, cuando empezó a llover. Son quienes no encontraron un nuevo refugio y mañana se cumplirá una semana desde que la lluvia los dejó sólo con lo puesto.

Todos fueron y son asistidos por los gobiernos provincial y municipal. Y una cama con sábanas secas a la noche es la única certeza que los evacuados tienen para afrontar lo que viene.

Silvina Manrique se acaba de bañar en las duchas de un vestuario diseñado para deportistas. Tiene el pelo mojado y estuvo llorando; se le nota en los ojos. Con su pareja, Marcelo Velázquez, afectado por un cáncer de garganta, tenía una casa cerca de calle 15 que primero la dañó el terremoto y luego la lluvia hizo el resto. "La pieza es lo único con cuatro paredes, pero se cayó el techo. Igual mi hijo duerme ahí para que no nos roben lo poco que nos queda. Y está solito", se quiebra Silvina. Ella fue a limpiar, pero sin materiales y mano de obra es poco y nada lo que los Velázquez pueden hacer para recuperar su casa.

La impotencia de no tener ni un ladrillo o adobe para poder empezar de nuevo es la sensación que se percibe en cada uno de los que está en el centro de evacuados. Unos piden por materiales de construcción, otros por módulos habitacionales, otros por un lote. Las autoridades los asisten y les han dicho que deben tener paciencia, pero no saben si realmente van o podrán cumplir sus pedidos. La situación es compleja y lo saben.

Mientras, a los niños les ofrecen actividades lúdicas y de juego y por las tardes y noches proyectan películas o hay funciones de títeres. Se trata de ratos de distracción, pero después vuelven los silencios, el calor insoportable de las siestas y los mosquitos en la noche. No pueden instalar ventiladores por el riesgo que representan para los niños, según les dijeron.

Los agrupamientos de camas en formato burbuja son una medida de prevención, como el protocolo para la comida y los controles sanitarios, pero en medio de todo el dolor de los evacuados también hay miedo, miedo al coronavirus. Y renace la sensación del medio de las entrañas, la peor miseria.

Pocito fue el departamento más afectado por las lluvias. Hubo 500 evacuados, el temporal dañó unas 500 hectáreas de vides, olivos y chacras, y la creciente rompió canales de riego y rutas, mientras que generó la suspensión de clases y afectó a 122 escuelas.

Materiales para empezar

"Lo perdimos todo, pero si pudiéramos tener algo de materiales podemos volver a empezar. Yo pongo la mano de obra y lo que haga falta", dijo Rubén Arancibia. Él, su esposa y sus tres niños de 11 y 3 años y 7 meses fueron evacuados el lunes a la mañana. Y al igual que el resto de las personas allí tienen la voluntad pero no los recursos para poder levantar nuevamente sus casas. Vivían en 12 y Aberastain cuando se quedaron en la calle.

Ni las carpa les quedó

Víctor Herrera, su esposa y sus dos criaturas dormían en una carpa porque el terremoto les había tirado la casa. Y cuando los alertaron por la creciente, apenas pudieron salir. Ni la carpa les quedó. Desde el lunes pasado están en el centro de evacuados y no saben cómo seguir, aunque hay una luz al final del túnel: su padre les puede ceder parte del fondo de casa. El problema que enfrentan ahora es cómo poder construir sin ningún material disponible.

Todo bajo el agua

"Cuando empezaron a gritar que bajaba creciente salimos corriendo. Y a los minutos el agua nos llegaba a la rodilla. No alcanzamos a sacar nada. Abajo del agua quedaron los muebles, la heladera, la TV y hasta la moto", dijo Hilda Olivera, mamá de tres niños, el mayor con edad escolar pero sin saber cuándo empezará las clases. "No nos quedó ni ropa. La que tenemos es la que nos dieron de donación. Es muy doloroso", confesó.

En El Pozo

Luego de la lluvia y de la evacuación, Sabrina Almirón y sus niños fueron a ver si podían rescatar algo de su casa, en la zona conocida como El Pozo. "Apenas pude ver el techo. Como justamente es un pozo donde vivíamos, mi casa quedó tapada de agua. El domingo, antes de la lluvia, había terminado de arreglar lo que me tiró el terremoto e hice una instalación eléctrica. Soy sola con mis hijos y sinceramente ya no sé qué voy a hacer", señaló.