Y de repente, como si los gritos hubieran estado contenidos por siglos, San Juan explotó. Explotaron las cerca de 25.000 personas (según la Policía) que inundaban la plaza 25 de Mayo, la Avenida Central, la Mendoza y las demás calles del corazón del centro. Explotaron las gargantas, los rostros, las lágrimas, los Viva Argentina, los El que no Salta es un Inglés, los Feliz Cumpleaños. En la pantalla gigante de Central y Tucumán, los coros entonaban el Himno Nacional justo desde el primer minuto de hoy. Y en la calle las estrofas iban y venían, a destiempo tanto por la falta de más parlantes como por la emoción desbordada de saberse protagonistas de un momento único.
Los niños, de a miles, cantaban también el Himno trepados a los hombros de sus padres o a los enrejados de las estatuas. A muchos adultos se les quebraba el canto a mitad de camino, cuando la conciencia de la historia (la gloriosa, la doliente) se amontonaba en la garganta. Y al final, cuando terminó la canción patria, al aplauso interminable que hizo temblar la ciudad descarnada se le metió, justo en medio, la batería de fuegos artificiales que durante ocho minutos despertó una locura irrefrenable, que hacía que la plaza pareciera una olla hirviendo en un caldo celeste y blanco.
De a ratos, las banderas que ondeaban en lo alto no dejaban ver el escenario, pero poco importaba. Exactamente lo mismo había sucedido desde el inicio de los espectáculos de la fiesta, cuando el dúo Mixtura abrió la parte artística de la noche representando a Capital: la gente se las arregló para palmear, cantar y acompañar aunque más no sea tarareando cada canción. Sabían que no debían moverse de allí, porque de a poco el núcleo del microcentro se iba poblando como nunca antes.
Uno tras otro, fueron sucediéndose los espectáculos que cada departamento del gran San Juan había traído para poner en común. Las hinchadas aplaudían y vivaban cada vez que María Silvia Martín y Guido Iribarren anunciaban a los departamentos y sus respectivos artistas. Cuecas, gatos y tonadas llenaron el aire a medida que la ancha avenida iba llenándose de gente hasta quedar colmada. Todos traían algo celeste y blanco: bufandas, pañuelos, gorros y la infaltable escarapela. Los más chicos se animaron a pintarse la cara y en algunos sectores, la calle se parecía más a una final del Mundial de Fútbol, con Argentina ganando dos a cero.
Unos minutos después de la hora 0 de hoy, el termómetro decía que la temperatura apenas superaba los 7 grados, pero en la plaza 25 de Mayo había un calor que abrazaba y que hacía que nadie se quisiera ir a su casa.