De un momento a otro la calle Santa María de Oro, de Villa Aberastain, en Pocito, se llenó de color. Duendes, pájaros, mimos, hadas, princesas, conejos, abejas y muchas flores trasladaron la fantasía a la realidad. Eran los 700 alumnos de los jardines de infantes de las escuelas de ese departamento que festejaron su semana juntos, desfilando sobre carruajes armados por ellos, sus padres y sus maestras.
Los niños vestidos como los personajes de los cuentos más conocidos saludaban con alegría desde los carros. Mientras, las maestras tiraban caramelos y un ejército de madres emocionadas sacaba fotos y filmaba la escena. Por fin había comenzado el desfile que prepararon durante semanas.
"Los trajes los hicimos las madres y con la ayuda de las maestras armamos los carros", decía una mamá mientras acomodaba las plumas de papel amarillo del traje de su hijo. A su lado, otra mamá le peinaba la peluca rubia a su hija que personificaba a una princesa con vestido rosado. Es que los niños llegaron temprano con su vestimenta y, mientras esperaban que los carros comenzaran a marchar, jugaban, corrían, se reían, poniendo nerviosas a las madres que querían que no se estropearan la ropa.
Cuando los aplausos de los familiares, que se habían ubicado a la orilla de la calle, y una bomba de estruendo anunciaron el inicio del desfile, todos ocuparon su lugar. Camionetas, tractores y hasta un caballo adornado con flores tiraban los carros que llevaban a los niños y sus maestras que, en algunos casos, también se animaron a disfrazarse.
Con simpatía, cantando y saludando, los niños disfrutaron su momento. Y después de dar una vuelta a la plaza, la fila de carruajes siguió camino al Club Aberastain, donde los chicos compartieron el almuerzo.

