Un caos controlado. Tal era la sensación de circular entre las carpas y camarines ubicados detrás del escenario del Autódromo de Zonda-Eduardo Copello, cuando faltaba menos de una hora para que comenzara el espectáculo. La semipenumbra de la noche y las sombras que proyectaban los faros de iluminación otorgaban a los rostros de actores y bailarines, ya maquillados para salir a escena, una dimensión casi fantasmal. Todo era adrenalina. Los únicos que parecían estar al margen de los nervios propios del momento, eran la treintena de chicos que esperaban para recibir su vianda y mientras, hacían chistes y reían.

Las carpas eran auténticos hervideros. En la que hacía de vestuario, los bailarines pugnaban por dejar los trajes listos para los distintos cambios que debían hacer, mientras sobre una de las entradas, dos costureras se ocupaban de pegar un botón que se cayó a último momento, un cierre que se descosió o un volado que se desprendió. Era casi imposible escucharse, porque todos hablaban a la vez, hasta que Cecilia López de Pasetti, la directora, tomaba el micrófono y daba alguna indicación. Pero el silencio duraba esos pocos segundos, y después volvía el bullicio.

Las reinas, ya vestidas en dos camarines que fueron especialmente acondicionados para ellas, tenían destinada otra carpa para el peinado. Mientras los estilistas corrían de un lado a otro para que todas estuvieran listas a tiempo, las chicas aprovechaban para recibir saludos de último momento en sus celulares. Los nervios podían palparse en el aire, pero ninguna de las chicas dejaban de sonreír: inclusive cuando estuvieron todas listas, y se reunieron en el centro de la carpa para recibir las últimas indicaciones.

Afuera, entre las carpas, algunos malabaristas ensayaban sus pruebas y los actores del teatro aéreo probaban sus arneses. Nada quedó librado al azar: justo a las 22, cuando los locutores desde el escenario marcaron el inicio de la fiesta de cierre, fue como si una bomba de voladura controlada hubiera caído entre las carpas. "¡A brillar, vamos a brillar!", gritó alguien y pronto se le unieron otras voces. Así, soltando los nervios contenidos en la garganta, empezó la cuenta regresiva final del espectáculo que clausuró la edición 2011 de la Fiesta Nacional del Sol.