La primavera comienza con el rojo de las frutillas, posteriormente aparecen los tonos amarillos de los damascos y duraznos. La vuelta a los tonos rojizos cuando está a punto de comenzar el verano se da a través de las cerezas, ciruelas y sandías. En definitiva, una inundación de colores tras los cuales se encierra una larga e interesante lista de fitoquímicos, que no pueden producirse por el propio organismo, y que por lo tanto sólo se pueden obtener mediante la ingesta de alimentos ricos en ellos. Las antocianinas son las responsables del color rojo o morado de ciruelas negras, frutillas y frambuesas. Estas frutas han sido utilizadas popularmente para mejorar y tratar problemas circulatorios. Hay evidencias experimentales de que ciertas antocianinas tienen propiedades antiinflamatorias. Se sabe que tienen la capacidad de prevenir la oxidación del LDL (colesterol malo), además de reducir su síntesis o su absorción por lo que se consideran oficialmente como sustancias protectoras del sistema cardiovascular. Además regulan la presión arterial y previenen el envejecimiento celular. Fuentes: Consumer, Eroski
