Habían llegado a San Isidro con una misión específica: mirar cada detalle del estado del tradicional Molino de Reyes y elevar el informe al municipio, para ver cómo se podía ponerlo en valor para el turismo. La respuesta fue contundente. "Acá hay toritos en pie. Hay que ponerlos en funcionamiento", dijo en ese momento el artista Cosme Yáñez, miembro del equipo observador. Se pusieron a trabajar, y el resultado llegó. Hoy el viejo molino harinero, que ya tiene 165 años, volverá a moler trigo y a producir a nivel artesanal. Su inauguración será a las 9:30, como uno de los actos más destacados en los festejos oficiales por el 259no aniversario de la ciudad de Jáchal.

El molino, que lleva el apellido del hombre que lo adquirió a medio construir y lo puso en funcionamiento en 1845, es uno de los 5 que quedan en pie, de los 16 que hubo en la época dorada de la molienda de trigo jachallero. De hecho, gracias al protagonismo que adquirió el departamento en este rubro, San Juan se convirtió en la segunda provincia con mayor producción de harina del país, entre los años 1902 y 1903.

Fue el transportista Saturnino Reyes quien inició la dinastía que se haría cargo de estas instalaciones. El hombre, propietario de carros, trasladaba ganado a Chile y a Bolivia. Y tanto pasaba por Jáchal, que decidió apostarle a la riqueza de los trigales para diversificar su negocio. Decidido a tener su propio molino harinero, se estableció en Pampa del Chañar. Y allí la vida le dio más motivos para quedarse: se enamoró de Sabina Villacorta, una chica de 16 años, con quien finalmente se casó.

Reyes puso en marcha entonces su molino, y no tardaron en llegar tropas de burros con trigo desde Huaco, Mogna, el norte jachallero y varias localidades iglesianas. Entre los clientes que enviaban su trigo para que Reyes lo convirtiera en harina estaba Federico Cantoni, quien tenía propiedades y fincas en Jáchal. Para principios del siglo pasado, el molino funcionaba las 24 horas de forma ininterrumpida y era común la postal de agricultores trigueros que armaban campamentos junto al caserón de adobe durante 10 y hasta 15 días, esperando su turno para la molienda.

Pero para la década de 1970 la actividad ya casi había desaparecido. El Molino de Reyes siguió produciendo con muy poco trigo, y en 1994 funcionó por última vez, cuando el único que lo seguía haciendo era el Molino del Alto (actualmente continúa en producción, aunque sólo se hace cocho en sus instalaciones). Por eso la reinauguración de hoy tiene doble valor para los herederos de Reyes: volverán a ver funcionar ese ícono de la producción de los siglos XIX y XX, aunque sea sólo a nivel artesanal, y a la vez se recuperará un estandarte de la historia cultural sanjuanina.