Cada vez que ve la cama de hierro atravesada por un palo y cubierta de cañas y barro, a Aurora Montiveros se le escapa el llanto. Apenas puede tomar el delantal para secarse las lágrimas, porque la artritis le deformó las manos. La mujer tiene 86 años y se salvó de milagro. O mejor dicho, porque hace calor y decidió dormir en un catre en la galería de su casa que está en la Villa Sefair, en Angaco. Fue a mitad de la noche del domingo, cuando se despertó por un estruendo. El techo del que era su dormitorio se desplomó por completo. El derrumbe rompió los muebles y ahora la anciana no tiene dónde dormir y su ropa, el calzado y los medicamentos, quedaron bajo el adobe.

"Lo que más me duele es que se rompió la cama que compramos con mi esposo cuando nos casamos. Ya no sirve y no sé qué voy a hacer porque lo que más quiero es esa cama", cuenta Aurora, que trabajó toda su vida en la firma angaquera Castro Hermanos, y dice que no está acostumbrada a pedir nada. La anciana está jubilada y hasta hace un año vivía con su único hijo, Lito Riveros, un corredor de bicicleta reconocido en Angaco. Pero Lito falleció y la mujer se quedó sola. A pocos metros de donde sucedió el derrumbe, está la bicicleta amarilla que perteneció a Lito. "Se salvó de milagro, menos mal porque es lo único que me queda de mi hijo", agrega Aurora.

Fueron los vecinos los que recurrieron a las autoridades para pedir ayuda. Ayer al mediodía los obreros del municipio de Angaco fueron hasta el lugar para ver si podían repararlo. Aurora no quiere moverse de allí y continúa con un catre en el patio. "No quiero abandonar esta casa. Aquí nací y aquí me voy a morir", dice la anciana, que vive con su hermano de 78 años.

El derrumbe hizo que lo poco que tenía la mujer quedara sepultado bajo los escombros. Lo único que se salvó fue un ropero de madera y algunos cuadros de santos que había en la pared. Lo demás está todo roto. La cama de hierro está completamente doblada y el colchón destrozado. "Me da vergüenza pedir cosas, porque siempre trabajé. Estuve 35 años en lo de las pasas y con mi sueldito compre estos muebles. Por eso me entristece pasar por la pieza que se cayó. Yo no quería decir nada pero los vecinos me ayudaron", cuenta Aurora.

La angustia no deja que la anciana pruebe bocado. Ayer pasó el día sólo tomando mate y aunque varios vecinos quisieron sacarla de la casa para protegerla por algún nuevo derrumbe, Aurora no quiere irse. Llora a cada rato. Se acuerda de su hijo que murió hace poco más de un año y lamenta no tener un nieto a quien recurrir. "Me quedé sola y los huesos ya no me ayudan. Lo único que necesito es una cama y una frazadita para dormir. Los obreros me dijeron que iban a arreglar todo, pero que iban a demorar como un mes. Yo no quiero irme, porque es lo único que tengo y acá están las ruedas de bicicleta que arreglaba mi hijo. Acá tengo todo", agrega Aurora.

La vivienda en la que vive y que perteneció a sus padres es muy precaria. Los cimientos están descascarados por la humedad y todas las paredes están agrietadas. Los vecinos aseguran que el resto de la casa también corre peligro de derrumbe. Es por eso que Aurora sacó todos los muebles al patio, para evitar que otro techo o una pared siga rompiendo lo que le costó décadas conseguir. "No sé cómo voy a seguir. Ya no tengo a mi hijo, ni a mi esposo. Y para colmo se me rompió la cama y estoy triste todo el día", agrega Aurora mientras observa los recortes de notas periodísticas sobre ciclismo que su hijo pegó en las paredes de la casa, cuando todavía estaba vivo.