Los sanjuaninos Laprida y Oro son fundamentales por lo que hicieron, y por cómo lo hicieron, para que en 1816 se pudiera declarar la Independencia. El primero, que por pura ética había renunciado a su cargo de diputado hasta que San Martín le rogó no bajarse, se echó al hombro el Congreso de Tucumán. Como su presidente, metió presión para que se acelerara la declaración y el Libertador pudiera legitimar así su plan para América. El segundo, cuya mirada política le había valido una fuerte interna en la Curia chilena, fue quien logró frenar una elección que ya tenía cocinada la monarquía como forma de gobierno en Argentina. En la misma jugada, logró meter de apuro una consulta obligatoria a los pueblos del interior. Ambos hicieron. Ese hacer, completado en la necesidad de una nación en pañales de dar sus primeros pasos, derivó en la creación de instituciones que rompieron con la dominación extranjera.

Fue otro sanjuanino, aunque adoptivo, quien en 1903 llevó al extremo su obsesión con la memoria. Recordar, en el caso de Gnecco, fue una herramienta impensada para revalorizar las instituciones de la República. Movió cielo y tierra para conseguir una puerta de la Casa de Tucumán cuando la estaban por destruir junto a casi toda la construcción. Se encargó personalmente de renarrar una y otra vez el proceso de la Independencia junto a esa puerta-ícono. Murió sin poder conseguir un mejor lugar donde exponerla. Y su campaña, más personal y pequeña que la de los próceres pero no menos destacable, terminó en hipérbole: la Casa Histórica hoy mismo le muestra al país esa puerta rescatada por Gnecco y le da estatus de hito institucional, de símbolo de bienvenida al Bicentenario de la Independencia.

La celebración de los 200 años, con tantos sanjuaninos protagonistas en el camino, tiene tono de invitación. Más aún cuando se lee a los pioneros que hicieron, a los seguidores que recordaron. Mucho más aún cuando las instituciones del país son salpicadas por municiones de corrupción alevosa, por una justicia mañosa, por escándalos políticos tragicómicos. El Bicentenario suena a oportunidad. A llamado para rehacer la historia, para recuperar la ética y volver a institucionalizarla. DIARIO DE CUYO propone, con esta edición especial, descubrir y repasar aristas conmovedoras de la Independencia. Y volver a hacer, memoria de por medio, todo lo que haga falta.