Los vinos argentinos gozaron en la última década de dos beneficios importantísimos. Por un lado, las fuertes inversiones que se hicieron en la década anterior que prepararon el terreno para su singular despegue en esta década. Por otro, un tipo de cambio que posibilitó financiar la famosa relación calidad/precio. En los próximos años, es difícil imaginar un contexto cambiario como el que tuvimos, que además se favoreció por el hecho de que nuestros competidores tuvieron una situación exactamente inversa. Por ello, ahora es la productividad y la eficiencia las que permitirán seguir creciendo a tasas tan elevadas como las que observamos. Los vinos argentinos deberán demostrar ahora sus atributos con compañías más profesionalizadas aún y con enfoques muy ajustados al mix de mercados, de productos y de canales donde se puede crecer.

El mundo cambió en esta década y los vinos argentinos fueron muy exitosos, lo cual hace pensar que todo está dado para seguir en la misma senda, aunque con mayor esfuerzo que el realizado.