Cocineros e historiadores coinciden en la hipótesis de que el asado convive con los argentinos desde mucho antes en que la Patria se convirtiera en una república organizada institucionalmente. Dicen que las primeras carnes asadas se comieron cuando Juan de Salazar y Espinosa con los hermanos Goes trajeron desde Brasil a Asunción, un toro y siete vacas, en 1556. A partir de ese momento las vacas poblaron "las pampas” del Virreinato del Río de la Plata. Este ganado era cimarrón, es decir que no era propiedad de nadie, entonces cualquiera podía servirse, con la condición de no pasarse de las doce mil cabezas, según estaba establecido. Se calcula que en el siglo XVIII habría en la Pampa unos 40 millones de cabezas de ganado.