Este jueves, Monseñor Jorge Lozano dio la homilía en Casa de Gobierno. Su mensaje reflejó principalmente las intenciones de sembrar la paz no solamente en los hogares sino en toda la provincia, como así también en el país. Estuvieron presentes autoridades provinciales, encabezadas por el gobernador Sergio Uñac.

En vísperas de Noche Buena y Navidad, Monseñor Lozano explicó que Jesús les dijo a sus discípulos que  antes de entrar a un hogar debían decir "Paz a esta casa". "También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés", sostuvo Lozano citando las palabras del Papa Francisco.

"La paz en la sociedad es un valor a trabajar con decisión comunitaria. No alcanza un sector aislado. Debe ser buscada por todos", amplió.

Posteriormente, explicó que si "buscamos paz, debemos construirla" y que "no somos sus promotores si lo que abunda en el corazón es avaricia, egoísmo, indiferencia".

"Mientras haya inequidad se impone la anomia denominada como “la ley del más fuerte” y se pisotea a los débiles. En Navidad Dios nace en fragilidad y se pone del lado de los postergados, de los que no cuentan", remarcó.

Finalmente, volvió a citar al Papa Francisco, quien mencionó a un cardenal vietnamita que habla sobre "bienaventuranzas del político". Entre sus palabras se oyó: "Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés".


Predicación en la Misa de Navidad en Casa de Gobierno de San Juan, mensaje completo:


Uno de los modos de llamar al Mesías en el libro del profeta Isaías es “Príncipe de la Paz". ¡Qué hermoso título! La paz interior en el corazón de cada uno es un bien anhelado, y que depende de varias circunstancias en los diversos aspectos de la vida. Los afectos, el trabajo, la salud, los ideales… 


“Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos esa paz; si no, volverá a ustedes» (Lc 10,5-6).


La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés.”(Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de oración por la Paz, 1 de enero 2019)


Uno de los problemas del hombre de hoy es la angustia existencial, el sinsentido… La felicidad no consiste en poseer muchas cosas, sino más bien unas pocas necesarias. Varias poesías lo expresan bellamente. Se acuerdan de la canción que expresa “volver a ser de repente tan frágil como un segundo, volver a sentir profundo como un niño frente a Dios…” (Violeta Parra) La niñez cronológica es una etapa que hemos dejado atrás con el transcurso del tiempo. Pero la Infancia espiritual es algo por alcanzar. 


La paz en la sociedad es un valor a trabajar con decisión comunitaria. No alcanza un sector aislado. Debe ser buscada por todos. Un salmo reza “busca la Paz y corre tras ella" (Salmo 34, 15). El pueblo de Israel identificaba los tiempos mesiánicos con imágenes muy hondas, recogidas en el Libro del Apocalipsis. “Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó” (Ap 21, 3-4). Anunciando que “nadie hará daño en mi montaña Santa”. Los tiempos mesiánicos Incluyen a toda la creación el león pastará con el cabrito, la cría del oso y del cordero jugarán juntos…


El espíritu navideño tiene este rasgo de búsqueda de paz. Pero debemos cuidarnos de no identificarlo con la ilusión que fantasea sin compromiso concreto. Si queremos paz construyamos paz. No somos sus promotores si lo que abunda en el corazón es avaricia, egoísmo, indiferencia.


Mientras haya inequidad se impone la anomia denominada como “la ley del más fuerte” y se pisotea a los débiles. En Navidad Dios nace en fragilidad y se pone del lado de los postergados, de los que no cuentan.


Es significativo que Jesús nace y muere fuera de la ciudad. Se cumple lo dicho en el prólogo  del Evangelio de San Juan “vino a los suyos, y los suyos no le recibieron" (Jn 1, 11)


Nace en una gruta como la que usan los pastores para guardar sus rebaños en las noches frías. “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura” (EG 286). Jesús nace entre animales. Las representaciones que hacemos en los pesebres quieren manifestar a toda la creación en torno al Niño. Las estrellas, la cueva en la roca, el pasto, el agua, los animales, los pobres, los Ángeles. 


Este niño frágil es también el Rey del Universo, es el Primogénito de toda la creación. En Él Dios empieza a hacer nuevas todas las cosas.
Los pastores representan a los pobres de aquel tiempo. Cuidan a sus rebaños. Las primeras señales no se perciben en los bares y lugares de fiesta de Belén. Dios no se hace presente en el ruido haciendo más ruido. No se manifiesta a los nobles e influyentes, sino a los que no cuentan. Ante las señales en el cielo los pastores van pronto a visitar al recién nacido. ¿Por curiosidad? Puede ser en algunos. Pero van movidos por la búsqueda de algo nuevo que parece despertar alegrías, la alegría de la fe. El signo del obrar de Dios no es algo espectacular y grandioso, no es una demostración de poder. Un niño recostado en un pesebre, casi podríamos decir un signo casi tan ausente como la presencia un Dios pobre y frágil.


En Belén está la gruta a la cual peregrinan miles de cristianos desde los albores del cristianismo. Sobre ella se construyó un Templo grande, que tiene un detalle algo curioso. Para poder ingresar hay que inclinarse. Los niños entran sin dificultad, pero “los grandes" deben achicarse. No hay otra forma. Busquemos el camino de lo pequeño y humilde para encontrar a Dios.


Francisco nos dice que “merece la pena recordar las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:
Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo”

+Jorge Lozano
Arzobispo de San Juan de Cuyo
20 de diciembre de 2018