Omar Narváez se reencontró en una noche inolvidable con el público que lo vio coronarse campeón mundial en el 2002. Hacía dos años, desde que venció por puntos al colombiano Walberto Ramos en las tarjetas, que “El Huracán” no boxeaba en el estadio porteño de Corrientes y Bouchard. Un lleno total, los entusiastas gritos de “ole” que acompañaron a lo largo del duelo a sus combinaciones ofensivas, fintas y visteos, seguidas por un nocaut brillante y una ovación acorde al mismo, lo encumbraron como uno de los deportistas más convocantes y representativos de la nación.
