Desde tiempo inmemorial se conoce la importancia del clima sobre nuestros organismos; lugares donde se está relajado y otros que nos producen tensión y malestar. Alrededor del año 30 se sentaron las bases del estudio de los aeroiones que se ha ido confirmando y desarrollando hasta hoy. En la composición del aire, la casi totalidad de las moléculas son eléctricamente neutras, pero una pequeña cantidad de ellas tienen carga positiva ó negativa, es decir son iones, más correctamente aeroiones. La proporción de aeroiones positivos (+) con respecto a los negativos (-) es de 5 a 4; la razón de esto es que la tierra se comporta como un cuerpo débil de carga negativa que repele a los aeroiones negativos, atrayendo discretamente a los positivos .

Los aeroiones positivos producen estrés, mientras que los negativos inducen o potencian el estado de relajación. No se conoce muy bien como se produce este mecanismo; parece ser que los negativos favorecen la producción de un neurotransmisor, la serotonina, que favorece el estado de bienestar, y los positivos actuarían sobre el simpático, produciendo adrenalina y
Noradrenalina, se presentan con un comportamiento agresivo.
Los positivos aparecen, sobre todo, por el roce del aire sobre las laderas de las montañas, sobre el desierto y tierras áridas, en las ciudades (por el roce de las ruedas en el asfalto y el roce del aire en los altos edificios, la polución, calefacciones, emisiones industriales, etc.). En las casas y lugares de trabajo hay numerosas fuentes de aeroiones positivos como son los aparatos electrónicos, algunas fibras sintéticas y mecanismos de fricción. En su presencia hay trastornos corporales: malestar generalizado, hipertensión, cefaleas, nerviosismo, trastornos del sueño, etc.