En el año 1995, un acta acuerdo firmada entre los empresarios del transporte, los choferes de colectivos del servicio urbano y la Dirección de Tránsito y Transporte de la Provincia fue el puntapié inicial para la colocación de máquinas expendedoras de boletos que funcionaban con un sistema de monedero. Además, cada colectivo tenía instalado un molinete que permitía el ingreso del pasajero, una vez que éste obtenía su boleto de la máquina. El intento no pasó del entusiasmo inicial. Luego de los desajustes lógicos de todo comienzo porque la gente no se acostumbraba a llevar monedas y porque los choferes tenían que estar explicando cómo funcionaba el sistema, finalmente las máquinas fueron retiradas. La queja que más repitieron los empresarios fue que los mecanismos se rompían con mucha frecuencia y eso implicaba tener que sacar un coche de circulación, con la consiguiente pérdida que esto acarreaba para las empresas.
