Tradicionalmente, el material óseo al que se ha recurrido en este tipo de operaciones faciales, ha procedido de otras zonas del cuerpo del paciente, como la cadera, preferentemente, o el cráneo.

Sin embargo, la extracción de ese tipo de huesos obliga a una intervención quirúrgica añadida, lo que complica la adaptación exacta de la cavidad ósea que se quiere reconstruir. Esto ocurre porque estas operaciones obligan a los médicos a trabajar con muchos huesos pequeños unidos.

En otras ocasiones se ha recurrido a la utilización de otros materiales, para rellenar estructuras óseas, que han procedido de animales o de cadáveres, con el riesgo de generar rechazo en el paciente.