"Recuerdo que el día del golpe llegué a la Facultad de Ingeniería y todo era un revuelo. Ahí me enteré de lo sucedido. Más que miedo, sentí un gran desconcierto y preocupación por no saber qué se venía. Viví la dictadura siendo un perseguido, sólo por el hecho de ser estudiante universitario. Un día salí a tomar un café con una chica y en la mesa a mi espalda se sentaron dos policías que me seguían desde hacía unos días. Una noche volví a la casa que compartía con otros estudiantes y me encontré con un montón de hombres armados adentro, a mis compañeros contra la pared y todo revuelto. Por suerte no encontraron nada ni se llevaron a nadie. Como reflexión, la dictadura me dejó la convicción de que no se puede resolver los problemas de la sociedad por la fuerza ni eliminando a quienes piensan distinto. Y que los excesos de autoridad destruyen. Fue una guerra sin sentido. Por favor, nunca más".
