Daba la impresión de que en cualquier momento Doña Paula podía salir de una de las habitaciones. Al entrar a su casa, bajo la higuera, estaba el telar con un paño a medio tejer. Y al caminar hacia el fondo se percibía rápidamente el olor de las aromáticas que, más adelante, era cubierto por el aroma del amasijo y pan caliente. Así, el Museo Casa Natal de Sarmiento recibió a los turistas ayer, en el inicio de Semana Santa. Ellos no sólo recorrieron la vivienda de paredes altas y muebles antiguos para conocer la vida del prócer, sino que también pudieron sentir cómo se vivía allí hace 200 años.
Meter las manos en la masa fue el primer impulso de los niños que pasaron a la Huerta de Doña Paula. El amasijo, hecho con harina integral realizada en los históricos molinos jachalleros, había estado tanto tiempo en reposo que se salía del bol. Los chicos, después de lavarse las manos y desinfectarlas con alcohol en gel, fueron los encargados de armar los bollitos. Las mujeres del INTA Sarmiento dieron las indicaciones y controlaron los pancitos que ya estaban en el horno, ubicado al costado de la huerta repleta de aromáticas y pimientos a medio crecer.
Después, vendieron los pancitos y los dulces y jaleas vallistos. La oferta fue tan tentadora que la mayoría de los visitantes salió con una bolsa en las manos.
Además, muchos visitantes se animaron a dejar su huella tejiendo en el telar. Y otros compraron capas, sacos o ponchos tejidos a través de la misma técnica, por las mujeres que toman cursos en la casa.
Esa experiencia se repetirá. Quienes recorran la Casa de Sarmiento hoy, de 10 a 13 y de 16 a 19, podrán ver y comprar las prendas tejidas. Mientras que, mañana, de 10,30 a 12,30, los turistas podrán volver a hacer pan en el patio de Doña Paula.

