Los lunes a partir de las 20 horas, la esquina de Almirante Brown y Benavídez, en Chimbas, comienza a oler a humo y a cebo. Es justo en el momento en que la gente enciende velas y reza una oración a la Difunta Correa, ya que se dice que ese es el día y la hora en que hay que hacerlo. En ese lugar hay un santuario en honor a esta mujer que, si bien no recibe la visita de miles de fieles como el que se encuentra en Vallecito, Caucete, mantiene las mismas demostraciones de fe. Alrededor de la gruta hay cientos de botellas con agua y algunas maquetas de casas a modo de agradecimiento.

Un lápiz negro de Florencia, de 5to grado A. Un dibujo de Deolinda muerta y dándole de mamar a su hijo hecho por Matías, de 8 años, en una hoja de cuaderno. Una carta de un padre de cuatro hijos desesperado, pidiendo trabajo. Son parte de los objetos que la gente dejó, por promesa o agradecimiento, dentro de la gruta donde yace una pequeña imagen de la Difunta Correa a la que es casi imposible tocar. Está tapada por paquetes de velas, restos de flores secas y cebo que se fueron acumulando con el correr del tiempo.

"Hace unos diez años vino un hombre y comenzó a construir la gruta en forma de horno. Imaginamos que lo hizo por una promesa a la Difuntita, no estamos seguros porque ninguno de los vecinos lo conocía porque no era de la zona -contó Andrés Argüello, vecino de la calle Benavídez-. Al principio lo veíamos a él de vez en cuando prendiendo velas en el lugar, pero con el tiempo empezó a venir mucha gente a hacer lo mismo. Fue cuando plantó en la esquina un cartel que dice Bienvenidos, Difunta Correa".

Con el tiempo este santuario fue tomando un aspecto similar al de Caucete. Actualmente está rodeado por cientos de botellas con agua y por maquetas de casas, dejadas por personas que le quisieron dar gracias a la Difunta Correa por haber concretado el sueño de una vivienda propia. Incluso, como sucede en Vallecito, la gente comenzó a dejar monedas en una alcancía improvisada con un tarro de leche. Pero se dejó de hacer porque se las robaban.

"Aquí la Difuntita también es muy cobradora -dijo Ramón García, otro vecino de la zona-. Por aquí vivía un borrachín que se llevaba las monedas para comprar vino. Murió atropellado por un auto, en esta misma esquina donde está el santuario".

Con el paso de los años la esquina de Benavídez y Brown creció en cuanto a popularidad religiosa. En la intersección ya no sólo está la gruta de la Difunta Correa. También hay pequeños altares en honor a la Virgen María y a otros santos, entre ellos, algunos no reconocibles porque quedaron sin cabeza.