No puede enderezarse completamente y camina afirmándose en los muebles, pero recuerda todo su pasado y hasta alimenta a sus bisnietos. Hoy, María Magdalena Ferreyra de Jácamo cumple 91 años. Desde que nació, vive en Villa Pósleman, Rivadavia, y 2 de sus nietas, que organizaron el festejo, ya invitaron a todos sus vecinos, a quienes, en la mayoría de los casos, conoce desde la cuna. Ella tuvo 6 hijos, pero crió además a 4 chicos en su casa. Colocó inyecciones y ayudó con la salud de todos sus vecinos además de servir el yerbeado a los que hace 45 años eran los niños en su villa.
Sus brazos delgados y sus manos arrugadas se apoyaban ayer en la cabeza de uno de sus 62 bisnietos. "Que no se vaya a la calle, le puede pasar algo", exclamaba porque otro de ellos salía corriendo por la puerta principal de su humilde casa de adobe. Con gran firmeza en la voz y recordando detalles, María Magdalena contaba que hace más de 40 años, una de sus sobrinas tenía 3 hijos de soltera. "Ella se enamoró de un hombre, se fue con él a Córdoba y nunca volvió", decía. María Magdalena crió estos chicos de 5 a 9 años de edad junto a sus hijos que ya eran adolescentes. Luego, una amiga se fue a Mendoza y le pidió que le cuidara a su hijo de 2 años por unos días. Recién cuando el niño tuvo 17 volvió a ver a su madre.
"Siempre hubo niños en mi casa, si no fueron mis hijos, fueron niños que crié o los vecinos y luego mis nietos", aclaraba María.
El esposo de la abuela juntó sus ahorros y compró el primer televisor de la villa. "Mi marido era tonelero en la bodega Graffigna y, por supuesto, carpintero", recordaba la mujer y continuaba: "El hizo unos banquitos para que los niños de la villa pudieran ver la televisión y yo les daba el yerbeado con semitas que amasaba".
Ella también trabajaba. Amasaba 4 veces al día y vendía pan y semitas caseras que se hicieron conocidas por la zona. Con eso ayudaba a su marido y siempre hacía de más para que le quedara para acompañar el yerbeado de los niños que junto a sus 6 hijos veían la televisión. Además de la merienda, la mujer ponía inyecciones a sus vecinos. "Mi mamá fue enfermera en el Rawson en la época de Cantoni y de ella aprendí a poner inyecciones", contó. Los vecinos a cualquier hora la llamaban en caso de emergencia. Al preguntarle a María si les cobraba algo, respondió: "¿Por qué les hubiera cobrado? si eran mis vecinos".
En la casa lindera vive Marcial Felipuche, que ronda los 60 años. El hombre recordó que "éramos como 15 niños los que nos juntábamos a ver tele, ella es una madre para mí".

