Recibida. Rosa sumó un nuevo título, pero para ella este fue el más importante de los cinco. En su trabajo final, planteó como proyecto crear una guardería para trabajar con discapacitados. 

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‘En estos cuatro años de cursado muchas veces me pregunté: ’Qué hago acá con casi 60 años, tendría que estar en casa con mis nietos’. Pero el día que empecé las prácticas me tocó una criatura de 5 años que apenas se movía en andador. Y ahí tuve la respuesta‘, confesó Rosa Barahona. A sus 60 años, con dos hijos que crió sola y ahora abuela de cuatro nietos, se recibió de profesora de educación especial y es la primera en egresar en la rama Psicomotricidad del Profesorado de Enseñanza Superior Silvino Martínez. ‘No hay edad para aprender‘, aseguró.


No es el primer título para Rosa, todos logrados después de que cumplió 47 años. Ya tiene una tecnicatura en Inglés, otra en Administración de Empresas Agrícolas y Control de Gestión y dos cursos de Informática. ‘Crié a mis dos hijos sola. Cuando los dos eran chiquitos, el padre nos abandonó y no volvió nunca más. Fui empleada doméstica durante años y pude hacerlos estudiar hasta la universidad. Cuando se casaron y formaron sus propias familias, empecé a estudiar. A los 47 años me inscribí para hacer el Secundario‘, dijo Rosa, quien ahora trabaja como contratada en la Municipalidad de Rivadavia.


‘En el 2012 decidí empezar el profesorado de educación especial en el Instituto Silvino Martínez. Era algo que siempre tuve latente, de vocación. Y me encantó. Lo terminé en los cuatro años y con muy buenas notas‘, señaló.


Sus hijos siempre la apoyaron, incluso en este último emprendimiento. Y eso que Rosa ya sabía que, por su edad, no iba a poder ser docente en alguna escuela pública pues excede la edad máxima establecida en la Junta de Clasificación Docente. Eso sí, puede trabajar en instituciones privadas. ‘O dar mi conocimiento a cualquier madre.

Uno de los motivos que me llevó a estudiar el profesorado fue la experiencia que tengo con dos sobrinos, que tienen discapacidad‘, explicó.


Para Rosa no hay nada que no se pueda hacer. Y ahora, a la distancia, aquella terrible y dolorosa experiencia de quedarse sola y con dos niños por criar la hizo una mujer diferente. ‘Creo que nunca hubiese logrado todo lo hice en mi vida; no me lo habrían permitido. De todo se aprende, de todo se sale‘, indicó. 


A lo largo de los últimos cuatro años, varias veces estuvo a punto de abandonar los estudios para dedicarse a su trabajo y a su casa. Pero el causal que le ratificó que su camino era el correcto, el que le sacó las dudas durante las prácticas es un niño que prácticamente la estaba esperando. “Se llama Felipe, tiene 5 años y cuando entré a las prácticas nos conocimos. Usaba andador y no hablaba. Le dediqué muchas horas para que diera sus primeros pasos y se integrara. Y lo logró, si hasta empezó a balbucear palabras. Hoy me ve y me dice mamá y para mí eso fue la respuesta a mis cuestionamientos. Me di cuenta que si bien sabemos y nos apoyamos mucho en la ciencia para hacer este trabajo, el amor es fundamental y hace cosas imposibles”, dijo.

“Recibirme de profesora fue un sueño cumplido. Siento que nací para ayudar a discapacitados”.

ROSA BARAHONA  - Profesora