Cuando llegó al Hogar Huarpes, en diciembre de 2014, Daniel Tapia (29) pesaba apenas 35 kilos y su diagnóstico era terrible: desnutrición crónica, deterioros orgánicos, parálisis cerebral y miembros inferiores atrofiados por una malformación genética, la misma que ya afectó a otros parientes. Es por eso que Daniel era conocido como uno de los integrantes de la ‘familia sapo’, pues se desplazaban por el piso; al igual que su tío, Segundo Tapia (65). Vecinos de Barreal, su historia conmovió a los sanjuaninos hace muchos años. Ambos vivían como podían en un ranchito, hasta que en diciembre de 2014 fueron rescatados por las autoridades y enviados al Hogar Huarpes para su resguardo. Segundo falleció hace unos días, pero Daniel avanza en una asombrosa recuperación, al punto que ya usa silla de ruedas, uno de los grandes logros que alcanzó tras arrastrarse toda su vida por el suelo.
‘Compro baterías viejas, botellas’, grita Daniel imitando el sonido de un parlante. A su alegría la expresa con esas frases, o también emulando relatos radiales de una carrera de ciclismo o de un partido, que quizás escuchó hace mucho y las retuvo.
También, y en muestras que literalmente derriten a los trabajadores del lugar, suele soltar un ‘te quiero’ y dar un abrazo a quienes lo cuidan. Daniel, en casi un año, es otro joven. Antes rehusaba el contacto con las personas, gritaba, lloraba, no dejaba que le pusieran pañal, quería seguir comiendo con la mano y en el piso. Y detestaba la silla de ruedas, contó Rosa Neira, psicóloga del Hogar Huarpes.
Con mucha paciencia y con ese don de cariño que tienen sus asistentes, como Abel Farías, Daniel fue mejorando. Ya pesa más de 40 kilos, le fascina ir a hidroterapia, le gustan las tareas vinculadas a la tierra, como las de huerta o lombricultura, y no se despega de su silla de ruedas, con un almohadón sobre el asiento.
Dos o tres veces por semana tiene sesiones de kinesiología, que apuntan a mejorar su postura. ‘Sus miembros inferiores, la cadera y la columna están muy afectados por la malformación genética y por haber pasado tantos años sin asistencia. El objetivo es que a futuro, Daniel pueda conseguir una postura más convencional en su silla de ruedas’, dijo el kinesiólogo César Nátola.
Por momentos Daniel llama a ‘Chingo’. Él es Segundo, su tío, quien llegó al Hogar Huarpe con un deterioro importante en su organismo. En las últimas semanas empezó a mostrar signos de preocupación y le hicieron diferentes estudios. Pero el fin de semana pasado se descompensó y lo internaron en el Marcial Quiroga. El lunes, víctima de un paro cardiorrespiratorio, falleció. Creen que si hubiese llegado unos años antes al Huarpes, hoy seguiría con vida.
‘Daniel sabe que Segundo falleció, ya se lo contamos. Pero el duelo en personas con parálisis cerebral es diferente y aún no cae en la cuenta de lo que implica la ausencia por muerte’, explicó Bibiana Cabello, psicóloga del Hogar.
Mientras tanto, Daniel seguirá sonriendo y relatando carreras de ciclismo, rodeado de un cariño que no conocía.

