Desde afuera se ve como un antiguo edificio en ruinas. Y detrás de las rejas oxidadas que cubren una pequeña ventana ubicada en la parte superior, se destaca la sombra de algo que se mueve con el viento. Al entrar, el sonido de hierros que rozan entre sí llama la atención y al dirigir la vista al lugar de donde proviene, aparece algo espeluznante: una forma humana colgada de una de las cabreadas del techo. Es sólo un muñeco armado con ropa rellena de bolsas, obra, seguramente, de las personas que usan el lugar para esconderse y hacer lo que quieran con total privacidad, pero pone la piel de gallina. Es en la ex bodega La Superiora, que llegó a ser un ícono rawsino en el que se elaboró uno de los mejores vinos dulces sanjuaninos y que hoy parece la bodega del terror.
El ingreso a los edificios que eran parte de la bodega parece difícil desde el frente, por los portones de hierro cerrados con candado. Pero, después de un pilar, las rejas desaparecen y sólo queda hacer unos pasos para ingresar al predio.
El primer lugar que se ve es una casa con muchas habitaciones. No tiene puertas, ni ventanas, ni artefactos sanitarios. Con el tiempo se los han ido robando. Según datos de la Comisaría de Villa Hipódromo, en varias oportunidades han detenido personas que estaban robando chapas, maderas, puertas y ventanas del lugar. Y ahora sólo quedan las paredes, rayadas con grafitis dedicados a la Policía, a algún amor, o al equipo de fútbol Unión. Hay que caminar con cuidado, porque en el piso hay escombros, ropa quemada y basura. Y el olor a orina, que cada vez se hace más intenso, obliga a entrecortar la respiración.
Detrás hay otro edificio, pero no tiene techo y está lleno de piedras. Al seguir entrando, el ruido de la calle comienza a desaparecer y cada vez hay más silencio. Sólo se escucha el sonido del viento.
Más allá, otra casa en condiciones similares a la primera. Tiene las paredes empapeladas con dibujos coloridos, que también están ocultos detrás de las letras dibujadas sobre ellas. Hay botellas de fernet, cajas de vino y hasta de preservativos. Se repite la ropa quemada y empieza a verse ropa de niño, inclusive ropa interior, tirada sobre los escombros. El espacio está más sucio que el anterior, y lo que en épocas de bonanzas fue un baño, sigue siendo usado como si lo fuera, a pesar de que sólo quedan algunos caños y escombros.
La mayor parte de la basura y las cenizas que evidencian fuegos extinguidos está en las esquinas de las construcciones, que parecen un lugar perfecto para esconderse. Por eso, muchas veces la Policía encontró cosas robadas y luego escondidas en la bodega. Además de gente que se droga, consume alcohol u ocupa el espacio como hotel alojamiento. Y todos recuerdan que en 2006 un chico, que estaba drogado, cayó desde un tanque de la bodega y se murió. Por eso, los efectivos hacen rondas por las noches. Entran en los vehículos al predio, con las luces encendidas y recorren la bodega. Pero, según cuentan los oficiales, el espacio es +una boca de lobo+ y por eso es fácil esconderse.
En el edificio principal el único indicio de que allí funcionó una bodega son las bocas de las piletas en el piso. Ninguna tiene tapa y en su interior sólo se ve oscuridad. No hay máquinas, ni toneles, y el olor a vino desapareció por completo.
Para seguir el recorrido hay que subir una escalera tapada por una pared. Es angosta y obliga a agarrarse de la baranda. Arriba también hay rastros de fuego y botellas de alcohol vacías. De golpe, otra escalera angosta, pero esa, por el paso del tiempo, no tiene barandas y obliga a subir haciendo equilibrio. El techo de chapas agujereadas sólo persiste en algunos sectores, otros están descubiertos y permiten el ingreso de los rayos del Sol que forman sombras extrañas en las paredes. Lo que permanece son los parantes de madera. Allí, al fondo, delante de la ventana superior del edificio, se escucha un ruido. Y colgando, como una señal de las cosas que podrían ocurrir allí adentro, un muñeco en tamaño real simula ser una persona ahorcada.