Los vecinos recorrieron la zona bajo la luz de la Luna para hablar con DIARIO DE CUYO, en 2001.

Durante el día, la calle era un espacio común, recorrido por niños y adultos que hacían su vida con normalidad. Sin embargo, por las medianoches, principalmente de los martes y viernes, mutaba y lograba alterar todos los sentidos. El espacio quedaba envuelto en un intenso olor a pájaro bobo, mientras el calor húmedo de la zona generado por las altas temperaturas del verano sanjuanino mezclado con el agua de los canales comenzaba a sentirse frío, aparecían sombras movedizas y se oía el rechinar de cadenas. En ese instante, se transformaba en lo que los vecinos llamaban: “El callejón de la muerte”.

Fue durante diciembre de 2001, que algunas personas que vivían en inmediaciones de la calle Buenos Aires, entre Libertador y 9 de Julio de Santa Lucía, conocida históricamente como la Esquina El Sauce; se animaron a hacer oídos sordos y romper el silencio.

Sus espeluznantes declaraciones:

“Que el que no crea diga lo que quiera, pero a esta zona todos la conocemos como ‘callejón de la muerte’. Todos saben que los martes y viernes después de las 12 de la noche no se puede andar por ahí en paz. La calle casi no tiene tránsito y los que se animan a pasar viven cosas muy extrañas, como sentir vahos entre la ropa, escuchar que voces que los llaman por su nombre y desaparecen entre los parrales y ver sombras que se mueven cuando no hay luz. Por eso, cuando tengo que pasar sí o sí, yo me persigno, pido perdón por los pecados y que sea lo que Dios quiera”, contaba Carlos Cepeda, vecino del lugar.

“Uno oye desde ventanas que se golpean hasta vidrios que se rompen cuando no hay viento y en lugares descampados. Los perros, que presienten todo, aúllan sin sentido. Por más que uno no quiera empieza a sentir miedo. A mí, una noche me tocaron desde atrás y cuando me di vuelta no había nadie”, afirmaba Miguel Nieto, sereno de una casa en construcción en la zona.

Otras personas también aseguraban que percibían extraños sucesos, como el sonido del tropel de corceles, sin embargo, preferían mantener sus nombres en reserva. El temor era tal, que entre finales de los 90 y principios de 2000, las casas del alrededor estaban a precio de oferta porque nadie se atrevía a comprarlas o alquilarlas.

Pero, a qué se le atribuía esta serie de fenómenos paranormales. Algunos decían que todo era producto de que, sobre uno de los callejones que desembocan en la esquina, a 300 metros de donde se percibían todas esas sensaciones, dan los fondos del viejo cementerio del departamento. Otros, que en ese lugar algunos días especiales se reunían curanderas que hacían "reuniones raras".

Sin embargo, con los años el rumor volvió a acallarse y nadie supo con certeza qué sucedía en aquel callejón que provocaba tanto temor.