Bajo una ramada y junto a las líneas de cal de la cancha del Club Boca de Pozo del Salado, en 25 de Mayo, los hombres y mujeres del distrito celebraban las misas, mientras que los niños esperaban un descuido para escaparse a hacer un picadito. Durante años se mantuvo el ritual, hasta que creció la idea de construir un oratorio y lo concretaron el 26 de agosto de 1994, en un cuadrado de 25×25 metros dentro de una finca. Pero la impronta del fútbol la tuvieron hasta el último, porque en la cancha hicieron recordados campeonatos que fueron claves para reunir el dinero para la obra.
"Los curitas venían a la cancha y ahí nos daban misa. Hasta que el padre Ricardo Doña empezó a moverse por el templo y un día preguntó si alguien tenía un terreno. Entonces mi patrona, Nidia Young de Balaguer, cedió parte de su finca. Los vecinos y finqueros nos pusimos a la tarea de levantar el templo y lo conseguimos en poco tiempo", contó Agustín Gómez, quien vive al lado de la capilla.
El templo de Pozo del Salado está en la calle 21, entre Divisoria y 1, refugiada entre fincas de parrales y frutales y detrás del canal Tercero. Tiene apenas 8×4 metros, con ventanas que repiten la forma de la capilla a dos aguas y piso de mosaico rojo. "Todos colaboramos con lo que pudimos. Los dueños de fincas donaban más en grande y los vecinos con lo que se podía, de a una bolsa de cemento, por ejemplo. Pero me acuerdo que faltaban $3.200 para poder terminar la construcción y organizamos campeonatos reducidos de fútbol en la cancha. Cobrábamos la inscripción y de paso vendíamos pastelitos. Así conseguimos esa plata, que era mucha cantidad hace 18 años", agregó Gómez.
La capillita siempre está abierta, aunque alguna vez fue víctima del vandalismo, y los sábados va un catequista, que tras las clases juega al vóley con los niños en un patio de tierra, como para no perder la veta deportiva de su génesis.

