Ella llegó minutos antes de que el cura carismático Darío Betancourt subiera al escenario montado en el Estadio Abierto Aldo Cantoni. Su figura delgada y el pañuelo negro en la cabeza, no dejaban duda de su paso por una quimioterapia. Con una sonrisa de oreja a oreja, se sentó en una fila especial junto a la valla que estaba junto al lugar desde donde predicaría el sacerdote. Romina Colman tenía todos los motivos para estar allí.

A sus 27 años superó un cáncer de útero que hizo metástasis en otros órganos y quería dar gracias por lo que ella considera, es un milagro. ‘Dios estuvo conmigo, recé con mucha fe y ahora estoy sana. Me encantaría poder contarle mi alegría al padre Betancourt de poder estar viva‘, dijo.

Romina atravesó por momentos muy duros, a causa de un cáncer ocasionado por un embarazo molar. En su útero, el óvulo fertilizado creció anormalmente por lo que se convirtió en una masa de quistes. Una vez detectada la enfermedad, se sometió a quimioterapia durante 6 meses sin resultados positivos. El cáncer ya se había diseminado por su estómago y pulmones.

‘Siempre fui creyente pero en ese momento tan difícil, me aferré a la fe más que nunca. Tengo una hija y quería estar bien para disfrutar la vida con ella. Pensaba en que yo podía salir adelante, más allá de que el pronóstico no era bueno. Y acá estoy curada‘, comentó elevando un poco la voz, ya que los cantos de alabanza se hacían sentir con fuerza a su alrededor.

Hombres y mujeres de todas las edades, protegidos con sombrillas e improvisados pañuelos en la cabeza para cubrirse del sol de la siesta, cantaban y bailaban. Era el momento de cierre de la adoración al Santísimo, que había comenzado a las 15, y todos se preparaban para recibir a Betancourt.

‘No puedo explicar la emoción que siento. Es la fuerza de la fe que me ayudó y Dios quiso que, hace tres semanas, me dijeran que ya no tengo nada. Desapareció la enfermedad y conservé mi útero, porque los médicos creían que lo iban a tener que extirpar. Qué bendición poder decir que, más adelante, podré darle un hermanito a mi hija. Espero, al menos, tener la posibilidad de darle la mano al padre Betancourt ‘, dijo la joven con la voz temblorosa.

Después de eso, retomó su lugar y se sumó a la exaltación del público que, a esa hora, eran cerca de 200 almas. En eso, apareció en el escenario Darío Betancourt e inmediatamente Romina, elevó sus manos y agradeció por su nueva oportunidad al cura carismático a viva voz.