Graciela y Florencia son dos mujeres que durante años se vieron obligadas a trabajar como prostitutas. A una el amor por un hombre la llevó a dejar su provincia y prostituirse en Buenos Aires; a la otra,  fue su actual pareja quien la ayudó a dejar la esquina en la trabajó por más de 12 años.

Las referentes por la lucha contra la trata llegaron a San Juan para ser parte del encuentro "La prostitución al desnudo", Jornada abolicionista, que se realizará desde las 16 en el Salón de actos de la Facultad de Ciencias Sociales, de la UNSJ.

Las mujeres son claras en considerar que la prostitución no es un trabajo, sino una “expresión de desigualdad y violencia de género”.

De Tucumán a una esquina porteña

Graciela Collantes, referente de AMADH, vivió  15 años de locura. Se enamoró de un hombre que con el tiempo se convirtió en su proxeneta y la sacó de su Tucumán natal con su hija pequeña a trabajar en Buenos Aires.  Fueron años en los que las entradas a las comisarías, los golpes y malos tratos  fueron una constate.  “Todo el tiempo me decía que agradeciera que me había sacado de la pobreza y tomó a mi hija como rehén. Yo no sabía ni pagar una boleta, te controlan todo el tiempo”, relató la mujer a DIARIO DE CUYO.

Aunque prefiere no ahondar en detalles de su historia, las marcas en sus muñecas inevitablemente la llevan a contar momentos de terrible dolor. “Nos tenía un frasco con pastillas y una Gillette preparada para cuando nos viniera a buscar la policía. Nos cortábamos, nos tomábamos las pastillas o tragábamos la hoja de afeitar para no ir al calabozo sino al hospital”, afirmó.

Además de los malos tratos que sufría por parte de su pareja, la policía fue una de sus peores pesadillas. “Hay un sistema en que todos están relacionados,  te piden coimas y  te golpean”, aseguró.

Pese a que los calabozos eran una verdadera tortura sirvió de escenario para que empezaran las conversaciones  entre “compañeras” y así comenzaron a organizarse para salir de esa situación y luchar por los derechos de las víctimas de la prostitución y las redes de trata.  

El amor que salva

Florencia Guimaraes García comenzó la prostitución a los 15 años cuando se manifestó su identidad de género y  comenzó a travestirse. Fueron 12 años  hasta que conoció al hombre que le cambió la vida y la sacó de la calle.

 “Ser travesti hace que muchas de nosotras seamos expulsadas en nuestras casas y sea un trampolín directo a la calle y la prostitución”, contó.

“Travesticidio”, así define la mujer el destino de as travestis en el país.   “Soy una sobreviviente, la mayoría de mis amigas están todas muertas.  Estamos  condenadas a la muerte, parte de la sociedad  naturaliza que nuestro único medio de vida sea la prostitución”, agregó.

Condenarnos a la prostitución es un crimen. Todas las personas que somos prostituidas somos pobres y eso no se dice. Muchas chicas académicas, post moderas y que tuvieron la suerte de estudiar defienden  algo que no conocen y  que no lo quieren para ellas, ni  para sus ; lo piden para nosotros los pobres”, concluyó.