La cantera de tierras de diatomeas se encuentra en Iglesia y pertenece a la familia Dománico. Según contó el ingeniero Eduardo Dománico en ediciones pasadas de CUYO MINERO, en el
’95 la familia buscaba cuarzo para venderlo como materia prima a Electrometalúrgica Andina. “Encontramos algo parecido pero con características físico químicas diferentes, razón por la que no pudimos vender ese cuarzo a la empresa”, contó Dománico en esa ocasión.
A partir de allí la pregunta para la familia fue qué utilidad darle a ese mineral. Años después y de visita por la calle Corrientes, en Buenos Aires, los Dománico dieron con una librería en la que encontraron un libro referido a agricultura orgánica. Allí se hablaba de diatomeas y fue el inicio de este proyecto que une a la minería con el agro.
Vinieron tiempos de inversión e investigación y el trabajo conjunto con la Universidad Nacional de San Juan y el INTA. Empezaron a experimentar con diferentes usos. Uno de ellos fue enológico porque descubrieron que la diatomea era un excelente mineral para ser utilizado como tierra filtrante en los procesos de vinificación. El problema era que el tipo de cambio era 1 a 1 y la rentabilidad no acompañaba, por lo que el proyecto en 1999 se frenó.
Años después y tras el cambio del precio del dólar lo retomaron y ampliaron el uso de la diatomea como fertilizante y fungicida. En la actualidad conforman una empresa, DiatomiD, que se dedica a la producción de diatomeas aplicadas al agro.