Las gotas inofensivas, que empezaron a caer ni bien la procesión en honor a la Inmaculada Concepción se puso en marcha, a las 5 de la mañana de ayer, se convirtieron en un aguacero torrencial cuando todavía faltaba dos cuadras para llegar al templo parroquial. El altar, armado en la vereda del templo, quedó sin usarse, porque sólo una parte de las cerca de 4.000 personas que peregrinaban en la madrugada y que llegaron en primer lugar fueron los que pudieron entrar. Del resto, unos pocos decidieron soportar estoicamente bajo la lluvia, que no dio tregua durante unos 20 minutos, y el resto (sobre todo las personas de más edad y las familias con niños pequeños) decidió irse de inmediato a su casa.

Como es costumbre, la primera procesión del día 8 de diciembre arrancó antes del amanecer, desde la esquina de Tucumán y San Luis, para luego tomar avenida Rioja hacia el Norte, rumbo a la iglesia de Concepción. Un vehículo que portaba la imagen de María Inmaculada, adornado con rosas blancas, encabezaba la marcha, custodiado por jóvenes vestidos con chalecos amarillos. Esos mismos jóvenes tuvieron que cubrir rápidamente la imagen con nailon y la acompañaron hasta entrar al templo, totalmente empapados. En la calle, los organizadores se encargaron de ordenar que se desconectaran las conexiones eléctricas que habían sido preparadas para la misa al aire libre, por seguridad: la calle parecía un río y cubriéndose con lo que podían, los fieles buscaban refugio bajo los árboles y los techos de los comercios de la zona.

Ni bien empezó la misa, colaboradores de la parroquia apagaron el aire acondicionado. ‘Casi todas las personas están muy mojadas por la lluvia. Si dejamos el aire prendido, se van a ir enfermos‘, explicó uno de ellos.